La renovación urbana y la peatonalización (I): la calle Real como referente

DEBATE VIRTUAL: DESPUÉS DE LA PESADILLA VIENE LA ILUSIÓN: UNA NUEVA CORUÑA SE DEJA VER. V PARTE: EL NUEVO URBANISMO CORUÑÉS.

Cap. 5.3.- LA RENOVACIÓN URBANA Y LA PEATONALIZACIÓN: el significado cultural del espacio público.

Entre los objetivos de las Naciones Unidas para las ciudades sostenibles, uno es el de la Renovación Urbana, que-según el texto original- “implica la adaptación de calles, plazas, parques y del espacio urbano en general a los nuevos modos de movilidad. También supone la conservación del patrimonio cultural y su incorporación a la ciudad moderna”.  Dentro de esos objetivos se incluye también el de “facilitar los movimientos a pie y en bicicleta”. Esos son, entre otros, los propósitos que persigue el nuevo urbanismo coruñés. El primero es ahora el principal objetivo del actual gobierno, mientras que el segundo lo empezó el anterior gobierno local, aunque ya había realizaciones anteriores (paseo marítimo por ej.).

Como en anteriores capítulos he expuesto, La Coruña del año 2020 estaba en un momento dulce de su historia urbana. De manera inesperada, llegó el COVID 19 y lo paralizó todo. Pero es muy probable que dentro de tres años, cuando llegue el AVE a la ciudad, la mayoría de las actividades, iniciativas y proyectos se habrán recuperado, cuando los bajeros lleguen a la nueva estación intermodal, encontrarán una ciudad muy cambiada, mucho más sostenible, mucho más saludable, mucho más habitable y mucho más segura, y con sus lugares de interés-que son muchos- mucho mejor cuidados. Y sobre todo, una ciudad peatonal, una ciudad 30, una ciudad calmada, una “Ciudad Slow”, donde el espacio público volvió a ser para las personas, para el encuentro y la charla, para el paseo, para el intercambio de ideas y pareceres. En definitiva, que la ciudad mecánica del automóvil se habrá transformado en una polis con un sentido del tiempo nuevo.

También comprobarán como el espacio público de siempre, las calles, plazas y jardines, han sido recuperados, y como las calles peatonales devolvieron a la ciudad largos itinerarios urbanos recuperados para su función de paseo, de encuentro, de intercambio, de compras, de disfrute. Y comprobarán como nuestra calle peatonal de siempre seguirá siendo lo que siempre fue. Me refiero a la Calle Real, inevitable referencia cuando hablamos de peatonalización y   que es nuestro emblema de ciudad peatonal, de ciudad sin coches, de ciudad humanizada, de ciudad culta y cosmopolita. Por eso le dedicaré el primer apartado. Estoy seguro a la mayoría les resultará evocador y sugerente.  Más porque el espíritu urbano de la Calle Real es nuestra mejor inspiración para proyectar una ciudad peatonal que, en lugar de un almacén o un taller, vuelva a ser aquella polis liberal y culta que dejó su huella en aquella calle que asombró a George Barrow por su limpieza.

LA CALLE REAL, REFERENTE HISTÓRICO DEL NUEVO URBANISMO.

Tenemos el orgullo de tener una de las primeras calles peatonales de España: la Calle Real. En la mitad del siglo XX estaba entre las calles españolas  de referencia para el paseo y el comercio, junto con otras nueve: Sierpes en Sevilla,  Larios en Málaga, Ruzafa en Valencia, Portal del Ángel en Barcelona, Calle Alfonso en Zaragoza, calle Santiago en Valladolid, Preciados en Madrid , Corrida en Gijón y Príncipe en Vigo. Esas eran las calles emblemáticas españolas entonces. Salvo la de Sevilla por su estrechez, todas las demás tenían circulación rodada, solo la calle Real tenía una regulación de tráfico peatonal.   Es lástima que ese valor lo hayamos perdido, porque mientras todas eliminaban sus coches de las calles comerciales, aquí seguíamos peleando por mantener el tráfico rodado. Ahora estamos a punto de recuperar ese privilegio.

Durante siglos (vamos por el tercero) la calle Real fue el emblema de la ciudad. A ella, como tantas veces se repitió, el viajero George Barrow se refirió para comentar su suelo de “mármol” (granito) y su limpieza. En ella pasaron una buena parte de los acontecimientos ciudadanos, y por su prestigio y centralidad estuvo vinculada, como ninguna otra, a personajes excepcionales. Allí expuso por primera vez Pablo Picasso, allí se inauguró el primer cine que llegó a ser el más antiguo de Europa en funcionamiento (el salón Paris), allí se proyectó por primera vez en Galicia la linterna de los hermanos Lumiere, y al final de esta calle Pascual Selles rodó la primera película filmada en España, aunque por nuestra indolencia habitual el mérito se lo llevó Zaragoza, de donde surgirían los premios Goya. En cierta manera nuestra historia es una relación de oportunidades perdidas, porque la ciudad olvidó valorizar muchos de sus principales significados. Ahora estamos a tiempo.

También fue en la Calle Real, al principio de la misma, donde Nicolás Settaro creó el primer teatro de la opera hace 250 años, y más abajo, donde Pablo Sarasate descubrió su vocación musical, y donde se fraguó su trayectoria internacional con el apoyo de Juana de Vega y Marcial del Adalid. La condesa vivía allí, y allí guardó el corazón de su marido en una urna de cristal, que después llevaría con ella a San Amaro, dando lugar a una de las historias más románticas de España. Eduardo Dato, por poco tiempo presidente del Consejo de Ministros en la Restauración española, también nació en la calle Real. El Nuevo Club, germen del liberalismo, y las tertulias literarias, fue el soporté intelectual del liberalismo coruñés, como fue que en esa calle se compusiera la revista Alfar; y donde surgió, en una célebre tertulia literaria, la idea del celtismo como referente de la cultura gallega.

Pero fuera de esos emblemas, que deberían ser puestos en valor de alguna manera, fue siempre la calle del paseo, de los desfile militares del siglo XIX, de las procesiones del siglo XX, y el verdadero ágora de la ciudad, donde el Sporting Club ponía la nota de la divertida y culta burguesía coruñesa de antaño. Hoy la calle Real sigue siendo una calle de paseo pero ya no es ese epicentro de una vida ciudadana, que buscó otros escenarios.

Y hay otro hecho a destacar: la belleza de algunas fachadas que testimonian la pujante e innovadora burguesía coruñesa decimonónica. Dada la reducida amplitud de la calle, apenas podemos contemplarla, a no ser que miremos hacia arriba. Al hacerlo, seguro que muchos se llevarán una sorpresa y descubran una envoltura de la calle que desconocían. Una llamada por tanto al buen gusto arquitectónico.

Tras vicisitudes diversas, vuelve a ser una calle donde nuevas ofertas creativas se unen a los cafés y a restaurantes, y donde la nueva gastronomía encuentra un nuevo asiento. Esperemos que esta crisis no dé al traste con lo alcanzado, ni malogre los proyectos recientes o en marcha. Lamentablemente ese espíritu liberal, culto e innovador se había perdido, pero ahora que resurgía tendremos que evitar que se malogre. Porque ese es, a mi modo de ver, el modelo de ciudad que La Coruña necesita recuperar, y que como siempre ha tenido en el espacio público peatonal su referente principal, donde los ciudadanos y los visitantes nos encontramos, nos conocemos, nos contamos las cuitas y los deseos. Se han hecho en el centro nuevas calles   peatonales, pero su uso es esporádico y se limita a momentos y actividades espaciadas, principalmente la hostelería: también en los barrios donde han surgido lo que podíamos denominar, las hijas pequeñas de la Calle Real, y que cumplen el papel de calle comercial de barrio, de encuentro y de paseo, aunque, de momento les faltan los referentes culturales, no porque no los tengan, sino porque esa perspectiva nunca ha sido abordada. Por eso yo la defiendo.

De todo lo anterior podemos concluir con una idea: las calles peatonales deben ser no solo paseos sin coches, sino espacios para el encuentro, la socialización y cultura. Para ello hay que primar su papel comercial, dinamizar su vida cultural, su promover la animación ciudadana, y valorizar el significado del espacio público.

Muy pocas ciudades medias españolas pueden mostrar una calle con tantos significados y con tantos referentes culturales como la Calle Real, nuestra ágora urbana por excelencia, y que podría ser un referente para crear elementos artísticos alusivos en aquellos lugares donde su significado y simbolismo lo justifiquen. Es lo que en un estudio publicado por la Diputación en 2007 (La Coruña, una metrópoli euroatlántica), denominé: una red de ágoras urbanas. Y creo que su espíritu sigue siendo interesante.

Concluyendo, desde mi punto de vista, cuatro son los valores que para el nuevo urbanismo coruñés simboliza y transmite la Calle Real.

1.- El valor de la peatonalización para la creación de espacios para el paseo, el encuentro, el ocio y ahora para la vida más saludable.

2.- La necesidad de materializar el significado de los espacios públicos, para valorizar nuestro patrimonio, material e inmaterial, y para darlo a conocer a ciudadanos, visitante y, sobre todo, a las futuras generaciones.

3.- La oportunidad de reforzar la autoestima ciudadana reivindicando los simbolismos olvidados o perdidos, y evitando que, por desconocimiento, otras ciudades se los atribuyan. Es una manera de aportar al espacio público el valor de la dignidad social y cultural colectiva.

4.- Me queda un elemento a tener en cuenta: el valor de la arquitectura de calidad como el marco estético para una vida urbana culta.

Y estos cuatro valores, expresados de muchas maneras, están presentes en otros espacios públicos ciudadanos; donde, las calles peatonales y las plazas o encrucijadas de paso pueden ser lugares apropiados para crear esas pequeñas ágoras urbanas, donde se avive el diálogo entre el pasado, el presente y el futuro, como en la antigua ágora ateniense se hacía.

LA CALLE REAL: UN TERMÓMETRO DE LAS CRISIS.

La formación de un nuevo centro comercial en el entorno de la Plaza de Lugo afectó directamente al perfil comercial tradicional de la Calle Real. Varias fueron la causa, siguiendo las ideas manejadas en los debates organizados en el Foro sobre este tema. Entre ellas, la construcción de los grandes centros comerciales, la concentración de las tiendas principales de Inditex en la Plaza de Lugo,  las exigencias de más  metros cuadrados por las cadenas para sus franquicias, el vaciado residencial de la Pescadería, y, finalmente,  los cambios de hábitos de los consumidores, empezando por la venta on-line, cuya implantación aceleró esta crisis. Como consecuencia, la Calle Real mantuvo su prosapia y su significado, pero ya no era la calle comercial emblemática de la ciudad, cuyo zenit había alcanzado en los años ochenta.

Sobre este debilitado significado se impusieron las sucesivas crisis, haciendo de la calle un verdadero termómetro de las mismas.  La crisis anterior produjo un fuerte retroceso económico, y muchos establecimientos cerraron, otros se trasladaron, y no pocos siguieron esperando a quien pudiera pagarles alquileres que en la nueva situación eran imposibles. A medida que se produjo la recuperación económica, la calle Real volvió a tañer su dinamismo de siempre, pero su perfil ya era otro. Frente a las tiendas de lujo de otro tiempo, ocuparon los locales las cadenas habituales en todas las ciudades, surgieron comercios destinados a un público diferente, abrieron nuevos locales con ofertas antes ausentes en la emblemática calle, como restaurantes y alimentación por ej.; y muchas instalaciones emblemáticas se malograron. Todos recordamos la fachada de la antigua joyería Malde, un icono comercial de la ciudad; o el Café Vechio, con su mural de Lugris, trasladado a un sitio donde nadie lo mira, y emblemáticas tiendas de calzado, de ropa, de complementos especializados desaparecieron o cambiaron de lugar. Aquella crisis y el cambio de los tiempos se llevó por delante muchos testimonios de la pujanza y el buen gusto de instalaciones comerciales representativas, al contrario de lo ocurrido en otras ciudades, donde las instalaciones de esos establecimiento se protegieron. La Calle Real había perdido gran parte de su personalidad. El consumismo estandarizado y un desarrollismo tardío, se la llevaron consigo. El espíritu de la calle quedo dormido.

Pero la Calle Real resurgió a medida que la economía crecía y que nuevas tendencias volvían la vista al centro histórico. La nueva Calle Real, resurgió con un perfil más variado, más divertido, más ameno, donde también los turistas que bajaban de los cruceros ponían la nota cosmopolita y encontraban artículos adaptados a su interés. Este efecto se trasladó a su prolongación por la calle Riego de Agua, formando eje de comercio especializado y creativo que une Los Cantones con María Pita. Un eje al que le aguardaban nuevas vidas, pero que la actual crisis puede volver a poner en entredicho.

Muchos coruñeses visualizábamos en la Calle Real los efectos de los cambios a través de sus locales vacíos; después con satisfacción constatamos su recuperación, y ahora, por la hondura del problema, solo nos queda esperar que la situación logre mantenerse, aunque indudablemente muchos de sus estabelecimientos también tendrán que cerrar o adelantar su cierre. Nos quedan algunos emblemáticos que deberían estar protegidos de alguna manera ante lo que pueda venir, como se hace en muchas ciudades, y que no vuelva a ocurrir lo de la crisis anterior. Quedan aún comercios que bien merecen ser protegidos. Tenemos un ejemplo, el de la Farmacia Villar, convertida un museo temático de una historia local que trasciende de su escaparte a la calle. Ese es el ejemplo a seguir en el futuro, porque la Calle Real, nuestra calle emblemática y pionera de la peatonalización, seguirá. Por sus valores, desempeñando su papel, aunque sea con variaciones y adaptaciones a los cambios, pero su significado como espacio público lo mantendrá siempre. Y eso hay que revalorizarlo, y hay que aprende como si de una lección de urbanismo culto se tratase, para que- como dice la directiva de las ciudades sostenibles, la Renovación Urbana: “también supone la   conservación del patrimonio cultural y su incorporación a la ciudad moderna”.

La peatonalización de los Cantones permitirá a la ciudad y a los ciudadanos disponer de una gran plataforma urbana peatonal para el paseo, el encuentro, le ocio y la creatividad, tal vez como pocas ciudades españolas tengan, y en el centro de esa gran ágora urbana siempre estará la Calle Real, el ágora ciudadana por excelencia.

En el próximo capítulo me referiré a los nuevos proyectos de peatonalización y de renovación del espacio público emprendidos por el gobierno local, para hacer de La Coruña una ciudad más peatonal, más saludable, más segura y más sostenible. Y también más hermosa. Una ciudad de la que volveremos a sentirnos orgullosos.