A Coruña, ciudad participativa y Vigo como en Fuenteovejuna.

Interesante artículo en el que se plasman las características y resultados de los dos diferentes modelos políticos de A Coruña y Vigo.

Así como en A Coruña está configurándose el proyecto de ciudad participativa liderado por el gobierno local, en Vigo se reactiva el clásico Fuenteovejuna. Dos situaciones que me llevan a hacer una doble reflexión, y extraer algunas conclusiones.

En el caso coruñés, el gobierno de A Marea tiene como objetivo estratégico cambiar el modelo de ciudad y ser un referente en el gobierno participativo. Al menos así se percibe al analizar con objetividad sus actuaciones en este año y medio de legislatura.  El primer objetivo se centra en temas como los siguientes:

  • sustituir el modelo desarrollista anterior basado en las grandes infraestructuras y en el fomento de la construcción, por un modelo más sostenible, primando la rehabilitación sobre la nueva construcción.
  • proponiendo ideas para reducir el automóvil a favor del transporte público, poner en marcha propuestas a favor de la bicicleta y de la peatonalización y limitar la intensidad en espacios saturados.
  • adoptar como criterio de gestión de las zonas verdes la biodiversidad.
  • procurar un mayor equilibrio entre los barrios y atender las demandas sociales acentuadas por la crisis económica.
  • promocionar la economía social y de proximidad.
  • una gestión cultural que da propiedad a los movimientos modernos y alternativos y facilita la participación de los jóvenes creadores.
  • la constitución del área metropolitana como espacio de gestión supramunicipal.

En definitiva las condiciones básicas para un modelo de ciudad sostenible, cohesionada e inteligente (no olvidemos que el modelo de smart city está siendo ya cuestionado y la inteligencia urbana se identifica con el conocimiento y la creatividad aplicados a la solución de los problemas urbanos).

En cuanto a la participación hay tres actuaciones significativas. La participación ciudadana mediante reuniones de barrio, el Dillo Ti, la promoción del asociacionismo vecinal para defensa de la ciudad y, ya finalmente, la decisión de hacer la primera consulta ciudadana de Galicia ante un tema de suma importancia para la ciudad: el uso del nuevo frente portuario. Se resume en un modelo de ciudad participativa.

En Vigo, el modelo es radicalmente diferente y se puede resumir en una frase: todos a una. Como en Fuenteovejuna.

Por un lado el poder de decisión está absolutamente concentrado en el alcalde que ostenta un hiperliderazgo personalista.

Una estrategia de confrontación con todos basada en el localismo radical y en el victimismo, situando a Coruña como uno de los temas de su confrontación, con alusiones injustificadas la mayoría de las veces, que no hacen más que estimular las rivalidades localistas.

La creación de un fuerte sistema de poder, del que participan ya la diputación provincial, la asociación provincial de empresarios, la cámara de comercio, la universidad , entre otros, que le permite aunar las demandas en defensa de la ciudad.

La utilización de la rivalidad entre ciudades para reclamar instituciones inversoras, como el área metropolitana, concebida, en su expansión final, como una provincia alternativa.

Y, además de todo ello, lo intentos de utilizar la Femp, que él preside, y el gobierno metropolitano o el de la zona franca (el principal centro inversor de la ciudad y agencia de desarrollo local especializada)   para sus objetivos. Se le escapa la autoridad portuaria, que antes presidió y desde la que hizo su campaña a la alcaldía, y la delegación territorial de la Xunta en Vigo, así como el Consorcio del Casco Vello que está aplicando un magnífico programa de rehabilitación de un barrio antiguo que estaba absolutamente degradado. Posiblemente sea la acción más innovadora llevada a cabo, y que ya está recibiendo reconocimientos. Como persona inteligente que es, ha sabido capitalizar muy bien estos logros.

Por lo demás, y descendiendo a lo micro, aplica un urbanismo popular basado en la reurbanización de las calles, que supuso una mejora estética de una ciudad que estaba muy necesitaba de acciones ornamentales para dar valor a su magnífica arquitectura en granito.

Entre los objetivos conseguidos a través de esta estructura de poder y defensa de la ciudad a ultranza, se pueden citar los siguientes: el traslado de la sede social de la Fundación de Abanca desde A Coruña, donde estaba establecida; la financiación desde la diputación de los vuelos para atraer compañías que pronto harán de Peinador la segunda terminal gallega y  el soporte de la reforma de Balaídos, en pleno debate con los proyectos de Moruriño; la inversión millonaria de las administraciones aludidas en la continua confrontación, como modo de posicionarse electoralmente (la Xunta, con el mayor despliegue institucional de Galicia,  invierte en Vigo más que en cualquier otra ciudad, incluyendo los sectores productivos, aunque el alcalde diga siempre lo contrario), y también desde la diputación la campaña de promoción turística, adoptando las Islas Cíes como reclamo que aspira a convertir en patrimonio mundial.

En este momento tres son sus objetivos: el trazado de AVE a Ourense por Cerdedo, la estación intermodal con el proyecto de un reputado arquitecto (será la primera de Galicia que se termine), la conexión por tren con Oporto y la salida sur de la ciudad, y apoyo a los problemas del puerto y de la deslocalización de las empresa de componentes de la automoción, ante la necesidad de reducir costes para ser competitivas. Llegados a este punto, no deja de ser curioso que lo que reclama el alcalde es lo mismo que dice el presidente de los empresarios, y que arguye para salirse de la confederación gallega, a espera de poder presidirla desde Vigo, como ya han hecho con el Club Financiero de Galicia.  Por eso se constata, que cuando el alcalde dice una cosa, se ponen todos a una a pedir lo mismo. Los empresarios, la cámara de comercio, la universidad, los medios de comunicación etc. Por eso podemos aplicar a Vigo lo de “como en Fuenteovejuna todos a una”

Podría añadir más cosas, pero no es necesario para concluir que estamos ante dos modelos radicalmente diferentes: El primero descentralizado y participativo con escasa concentración de poder y débil liderazgo urbano, al menos de momento. Un modo de ver la ciudad que necesita tiempo para consolidarse. El problema es que hasta ahora las actuaciones que debían materializar las nuevas ideas escasean, y la ciudad sufre una verdadera sequía inversora, a la vez que espacios antes representativos están deteriorándose por ausencia de inversiones de mantenimiento. Bien es cierto que la situación en minoría y la falta de espíritu negociador hace que el debate político ocupe el lugar que debía corresponder a las actuaciones urbanas. El segundo basado en el hiperliderazgo populista y la concentración de poder con un ya largo recorrido y muy consolidado, está totalmente volcado en las actuaciones que visibilizan, mejor que ningún discurso, la manera del alcalde de entender el progreso de la ciudad. El coruñés es un modelo más moderno e innovador y por eso con más riesgo; el vigués es el modo antiguo, pero eficaz. Una herencia del fértil vazquismo coruñés de antes. Uno es más eficaz en los resultados a corto plazo, pero yo creo que el otro es el camino que una ciudad del siglo XXI necesita recorrer para ser una ciudad de calidad. Pero para lograrlo no basta con poner en marcha las medidas, más bien las ideas, hay que saber gestionarlas. Y ese es el gran problema. Por primera vez se corre el riesgo de valorar una legislatura por lo que impidieron que se hiciera, lo cual es muy acertado, pero no poder hacerlo por las cosas hechas ante la ausencia de inversiones tangibles. Claro que aún queda tiempo, no mucho, y debemos esperar el resultado final.

Un interesante tema que invita a hacer un seguimiento de ambas situaciones, y dejando aparte visiones partidistas o valoraciones pagadas, cuando pase el tiempo necesario (en Vigo ya pasó por los años en el poder) podremos hacer una valoración de ambos modelos. De todos modos, lo deseable sería una combinación de ambos, pero, tal como se ven las cosas ahora, no parece que ninguna de las formaciones políticas con opciones de formar gobierno pueda apostar por ese camino intermedio.

Mientras tanto, ambas metrópolis, cada una por su camino, siguen avanzando, porque el progreso de una ciudad metropolitana actualmente radica más en el éxito de las organizaciones privadas existentes y en su compromiso con la ciudad que en las cada vez más exiguas inversiones municipales. Una investigación que acabo de terminar me demostró, al analizar el posicionamiento de las ciudades españolas a la salida de la crisis, que el peso de la iniciativa privada había tenido más influencia que las políticas del sector público, aunque la mejor situación se produce cuando ambas se complementan.

La misma investigación empírica demostró que las ciudades que habían hecho mayores inversiones en grandes infraestructuras y en políticas de imagen no fueron las que mejoraron su posicionamiento competitivo a la salida de esta primera etapa de la crisis, siendo la creación de empleo de calidad, la internacionalización de la economía y el desarrollo empresarial, los factores que más directamente influyeron en el progreso de las ciudades. En el caso de Vigo lo que ocurra con Citroën, o la evolución de Inditex, tienen, entre otras empresas, mucha mayor trascendencia en el dinamismo urbano que de lo que puedan hacer los gobiernos locales. Pero donde estos pueden ser más eficaces en invertir para mejorar la calidad de vida y para reducir las crecientes desigualdades en el interior de las ciudades, así como poner en marcha estrategias de competitividad para atraer inversores, visitantes o nuevos residentes. En este sentido en Vigo sobra liderazgo personalista y sobra populismo localista, y en A Coruña sobra ideología y faltan inversiones.

No olvidemos que tanto el sectarismo partidista o de grupo, como el hiperliderazgo son una forma más de ausencia de democracia real. Un interesante escenario para pensar, porque, a la larga, las ciudades más participativas terminan siendo más creativas y más atractivas para fijar el talento, pero siempre que se hagan las inversiones de acompañamiento necesarias, y los liderazgos populista dan resultado a corto plazo pero casi nunca son capaces de aportar un cambio en el modelo de ciudad. En cualquier caso, las ciudades deben avanzar en el modelo participativo para mejorar en cohesión social y para construir una sociedad urbana más democrática, más coherente y con menos desigualdades, y los gobiernos deben también preocuparse de llevar a cabo las actuaciones necesarias y de facilitar los proyectos que los inversores privados propongan, ajustándolos naturalmente la bien común de la ciudad y de los ciudadanos y no solo a la obtención de rápidos beneficios monetarios. Se trata, en definitiva, de saber gestionar ese juego de equilibrios que caracterizan el complejo sistema urbano.   Y no es tarea fácil, porque además de voluntad e ideas hace falta conocimiento y experiencia.