Estamos a la salida de la pandemia que tanto sufrimiento ha traído a la ciudad y a los ciudadanos, también al tejido económico local; entramos en una Transición Ecológica que anuncia un ajuste de inciertas consecuencias; se percibe un nuevo escenario económico y geopolítico mundial que – con la crisis de la energía- trajo un aumento de la inflación y una probable reducción del consumo de las familias. Estamos en un momento incierto y, si el futuro siempre lo es, ahora la situación es más delicada. En este contexto las ciudades deben replantearse- como las empresas y las familias- sus estrategias. Y aun a pesar de tanta incertidumbre deben mirar al futuro.
Estamos ante una situación sobrevenida de enorme riesgo que amenaza el futuro bienestar de muchos ciudadanos y que- en el peor de los casos- aumentarán más aun las desigualdades sociales, reducirá inevitablemente el consumo, y modificara el mercado de trabajo. En una situación como esta lo peor que podría pasar es seguir mirando a la ciudad como si se tratase de una burbuja aislada de la realidad. Hay que tomar decisiones para marcar la hoja de ruta del futuro de la ciudad y su área metropolitana.
Los proyectos urbanos son repetitivos
En esta situación, hay que combinar la incertidumbre del entorno con planes de inversión local que preparen el futuro. Ello exige un radical cambio de marcha y un más radical cambio de luces. Y digo esto porque hace unos días se reunieron cinco alcaldes de las ciudades gallegas para exponer sus proyectos y al final todos dijeron lo mismo. Se limitaron a recordar algunos de los objetivos de la Agenda Urbana, sin aportar nada nuevo. Tal vez la alcaldesa de Lugo fue la única que presentó un proyecto creativo e innovador: un ecobarrio. Ninguna otra ciudad gallega- tampoco Vigo y Ourense ausentes a la cita- tienen en este momento más proyectos que la peatonalización y humanización de algunas calles, ciertas dotaciones deportivas o sociales, y carriles-bici, es decir la réplica del modelo de Pontevedra. No es que estén mal- al contrario-, pero hay que mirar más lejos. Es necesario poner las luces largas y en A coruña sería imperdonable que el Ayuntamiento se quedara solo con las cortas, porque los otros pilares del progreso de la ciudad están actuando con la vista puestas en el futuro.
En el caso coruñés, poco se pudo anunciar: la ronda peatonal, completando las peatonalizaciones ya iniciadas por Paco Vázquez- y los carriles bici que el mismo había empezado. Ni siquiera se citaron los que en su día fueron presentados como grandes proyectos, y que también procedían de mandatos anteriores, como son la reurbanización de Los Cantones, San Andrés, Paseo Marítimo, Cúpula del Monte de San Pedro etc. Van ya seis años sin hacer nada. Solo queda un consuelo: esperar al siguiente mandato, es decir seguir acumulando retrasos e inoperancia. Tampoco los anunciados compromisos del Gobierno Central tienen mejor futuro: los grandes proyectos viarios siguen con asignaciones testimoniales: Alfonso Molina, Vial 18, Cuarta Ronda. También la estación intermodal quedó a la cola: Menos mal que la Ria del Burgo parece que despega.
Y lo que es peor, hasta se rechazan los planes de rehabilitación integral de los barrios por incapacidad de gestionarlos y las asignaciones para la rehabilitación siguen acumulando lentitud. Ahora, dice la oposición que ni siquiera se ha ejecutado más allá de la tercera parte del presupuesto de inversiones establecido. Como argumento de defensa, se hace una comparación en los años de la Marea que- como todos sabemos- fueron los de menor inversión de la historia de la ciudad. Y así andamos. Tenemos más dibujos, pero seguimos en las mismas.
Un motor a medio gas con las luces cortas.
Y aún hay más sombras: la errónea y precipitada eliminación del tranvía, la creciente inseguridad ciudadana, el discutible modelo de movilidad o la incapacidad para gestionar subvenciones importantes ya concedidas por Europa, por el Estado y por la Xunta. En las luces aparecen, la reforma de los jardines de Méndez Núñez, la mayor limpieza de las calles y plazas, la eliminación de grafitis, la agilización de las licencias y los planes urbanísticos, y principalmente mas de 200 pequeñas obras repartidas por todos los barrios. Una tarea convencional que se inscribe en lo cotidiano.
Son luces cortas que, ante tantas sombras, difícilmente justifican cuatro años de mandato. El tiempo nos dirá si al final- con el acelerón electoral- las cosas cambian, y al fin se encienden las luces largas.
Pero la ciudad arranca lo mismo.
Lo curioso es que frente a la inoperancia municipal, toda el área metropolitana está experimentando impulsos innovadores y creativos procedentes de los otros agentes urbanos, los que podemos considerar los pilares del progreso de la ciudad: es al caso de Inditex que ha sabido anticiparse al futuro, y con gran éxito por cierto; también otras empresas- grandes o pequeñas- están incrementando su dinamismo anterior y creando empleo de calidad; la Autoridad Portuaria con un gran proyecto que anuncia enormes inversiones y miles de empleos: Coruña Green Port, y que no hay más porque desde el Ayuntamiento se está paralizando el proyecto del nuevo frente portuario; también la Universidad con una nueva oferta formativa tecnológica está atrayendo talento a la ciudad, además de la Ciudad de las Tics que va lenta, pero va; la Cámara de Comercio es también agente destacado , y para que no falte nada, la propia Xunta de Galicia ha acelerado la nueva estación de autobuses, ha iniciado el nuevo hospital, ha conseguido la inversión para el tren a Langosteira, y- a no ser por los obstáculos puestos por el Concello, ya estaría empezando el proyecto para prolongar el túnel del Parrote y anticipar la integración peatonal del nuevo frente portuario, resolviendo a la vez el mayor problema de movilidad que tenemos: el nudo de la Plaza de Ourense . La verdad es que los dirigentes municipales no están dando la talla. Parece que-enzarzados en debates políticos de corto alcance- no fueron capaces de seguir el ritmo de la ciudad.
Aprender las lecciones para completar la tarea.
Este contraste entre la visión estratégica de empresas e instituciones y la inoperancia del gobierno local en estos últimos seis años , nos enseña algunas lecciones:
- es conveniente que los dirigentes urbanos posean experiencia y capacidad de gestión en el sector público, porque de no ser así, unos se pierden en la teoría o se someten a la ideología, y otros naufragan en la compleja operatividad que la gestión requiere.
- También es conveniente que las ciudades cuenten con una estrategia de desarrollo urbano, sea un plan estratégico o una estrategia de ciudad, que vaya más allá del modelo urbanístico, y marque los objetivos a medio y largo plazo. Dicho de otro modo, redactar una guía a largo plazo que oriente las actuaciones de los sucesivos gobiernos, evitando actuaciones inconexas basadas en la improvisación o en un mimetismo repetitivo.
- Y de ahí viene otra enseñanza: Las ciudades que tiene un proyecto de ciudad y lo toman en serio alcanzan el éxito: mejoran la oferta urbana y la calidad de vida, atraen inversiones productivas, mejora la competitividad turística, y posicionan la marca ciudad en el exterior, para que pueda ser una referencia internacional. Es lo mismo que están haciendo la mayoría de las empresas y organizaciones. Ahí están los casos de Bilbao, Málaga, Cartagena, Valencia y anteriormente Barcelona. En todas ellas la gestión del proyecto-ciudad estuvo vigente durante quince o veinte años, con algunas actualizaciones intermedias. Y nadie duda que esas son las ciudades españolas con mayor reconocimiento y más innovadoras.
- En esas ciudades, las generaciones futuras pueden encontrar ese entorno proactivo donde desarrollar sus aspiraciones sin necesidad de trasladarse a otras.
Es evidente, después de seis años de baja operatividad, que a nuestra ciudad le sigue faltando ese proyecto a medio y largo plazo, que permita enfocar el futuro con las luces largas y gestionar proyectos estratégicos ambiciosos, y no solo con planes cuatrienales de “chapa y pintura” como ahora ocurre.
La prueba es el proyecto de Ciudad de Servicios de Paco Vázquez, de cuyos logros todavía seguimos viviendo, a pesar de que algunos- como el tranvía- fueron eliminados de la escena urbana. También Carlos Negreira puso en marcha un nuevo proyecto de ciudad, pero no tuvo continuidad. Desde entonces, llevamos demasiados años con proyectos cortoplacistas o convencionales.
Mientras, los otros actores urbanos hicieron su plan estratégico o su hoja de ruta, y van desgranando nuevos proyectos innovadores con una fuerza que muy pocas ciudades medias pueden ofrecer. Un contexto muy favorable para la construcción de ese gran proyecto de Ciudad Metropolitana que podría situar a Coruña entre las referencias en la innovación urbana española. Esa es la realidad: el motor coruñés arranca con fuerza y con objetivos a medio y largo plazo, mientras la gestión de la ciudad sigue sien do de baja productividad si comparamos los medios y oportunidades con las inversiones y con los resultados conseguidos. Ni siquiera se logró el apoyo decidido de la Administración Central, lo que en un principio parecía ser la principal ventaja de contar con un gobierno local consonante con el del Estado.
Pero al final el balance es muy positivo: los restantes actores urbanos, aún sin preponérselo, están poniendo las bases para ese gran proyecto de ciudad metropolitana que se anticipa. Solo que el Ayuntamiento de A Coruña- no así los otros del área metropolitana- está perdiendo la oportunidad de jugar su papel directivo en la configuración de A Coruña del futuro. Otros directivos lo hacen por él. Afortunadamente para la ciudad.