De nuevo nuestra ciudad está perdiendo funcionalidad a favor de otras ciudades gallegas y, como siempre, A Coruña y sus instituciones permanecen impávidas y al final nos encontramos con los hechos consumados.
El alcalde de Vigo, cuya defensa de su ciudad es encomiable, se puso entre sus objetivos el lograr que el centro de Vigo, y la ciudad en general, tuvieran más peso institucional a tenor de su tamaño e importancia. Ya en su momento consiguió que la sede de la Fundación Abanca se trasladara de A Coruña a Vigo, por aquello del efecto compensatorio, y porque en Vigo la obra social era mucho más importante: dos teatros, el centro sociocultural, la escuela de negocios, y otras que no recuerdo. Más recientemente vimos la noticia en la prensa de que la Agencia Tributaria, cuya sede regional está en A Coruña, instalaba su nueva sede digital regional en Vigo, mientras en todas las Comunidades este nuevo servicio se instalaba en la sede regional existente. En la misma línea, pero con una mayor gravedad, Abel Caballero acaba de dar la noticia de que la gerencia regional de ADIF que actualmente está en A Coruña, y que hace no mucho había anunciado construir un nuevo edificio en Alfonso Molina, se lleva la nueva Agencia Regional a Vigo, con el argumento de su mayor centralidad ferroviaria entre Oporto y Coruña. Y no creo que acabe aquí la cosa, pero como señales de alarma son suficientes. Ante estas situaciones hay que recordar que A Coruña es la sede histórica de la Administración Regional de Estado en Galicia y esa función debe ser respetada y defendida. No olvidemos que por el mismo camino hace muchos años los efectivos militares se trasladaron a Pontevedra, y que hace poco la ciudad perdió el rango en la administración militar que tenía, pasando a un segundo lugar en la organización territorial del Ejército en España.
Desde otra perspectiva hemos visto como antes del verano la compañía que sustentaba la operativa principal de Alvedro decidió trasladar su segunda base de Alvedro a Lavacolla, y después poco a poco se fue llevando los vuelos: Londres, Málaga, ahora Valencia y no sé si Sevilla. Ya antes lo había hecho con Paris y Ámsterdam. También la TAP llevó su vuelo diario a Lisboa para Lavacolla. Supongo que en estos casos fue la propia dinámica del mercado aéreo lo que determinó estas decisiones, pero no olvidamos que coincide con ciertos replanteamientos de la política promocional aérea del Gobierno Municipal. Parece cada vez más evidente que el aeropuerto santiagués se consolida como el centro aéreo internacional. Eso era lógico, pero ahora es también el punto de enlace con las principales capitales económicas regionales de España: Sevilla, Málaga, Alicante, Valencia, Zaragoza y Bilbao. Al final nuestro aeropuerto queda circunscrito a servir de conexión con Barcelona y Madrid. Si esto queda así, y todo parce indicarlo, habrá que empezar a pensar en mejorar los enlaces directos entre la ciudad y el aeropuerto de Lavacolla, porque por este camino pasará a ser el principal centro aeroportuario para la ciudad y su área metropolitana. A no ser que los responsables del turismo y los representantes de las empresas decidan una nueva negociación con las compañías, buscando nuevas opciones en función siempre de la demanda real que la ciudad sea capaz de generar. Este parece ser el futuro.
Son hechos sueltos, pero, al encadenarlos, queda patente que, desde hace tiempo, la ciudad ha dejado de defender sus intereses y que sigue la inercia de las cosas sin plantearse mejorar los objetivos ni pensar en otros nuevos. No parece que sea este el camino más recomendable. Por eso desde la Asociación Metropolitana 3.0 insistimos una vez más en la necesidad de poner en marcha un proyecto estratégico de marketing promocional a medio y largo plazo. El horizonte temporal de todo proyecto de ciudad suele estar entre los diez y los veinte años y su ejecución debe quedar al margen de los variables tiempos electorales, porque de no ser así su implementación sería inviable. Al menos eso nos han enseñado todas las ciudades que en su momento han decidido emprender ese camino. Ahora es nuestro tiempo porque ya hay muchas alertas encendidas.
Todas las instituciones y organizaciones representativas de la ciudad deberían retomar la idea de actualizar el plan estratégico que había redactado la Cámara de Comercio, retomando la colaboración con el Ayuntamiento, la Diputación, la Autoridad Portuaria y las entidades financieras y empresariales. Una ciudad sin plan es una ciudad sin proyecto, y por este camino las ciudades no solo pierden atractividad sino que también ven reducida su competitividad y su potencial de posicionamiento exterior. Otras ciudades nos han enseñado el camino del éxito, como por ejemplo Bilbao y Málaga, pero también en Galicia Vigo y Santiago lo están haciendo mejor. Es tiempo de superar los objetivos generales comunes a todas las ciudades, para mirar el futuro con otra nueva dimensión. No se trata de rivalizar con nadie, solo de dar un paso para avanzar hacia esa Gran Ciudad Metropolitana que podemos ser, poniendo en valor nuestras ventajas competitivas, que son muchas más de las que a simple vista parece. Y también las amenazas.