Estas son las conclusiones que obtuve tras un largo y calmado recorrido en coche por la ciudad y su área metropolitana. Un paseo que me puso delante de los ojos las dos caras de la ciudad actual.
Andrés Precedo Ledo.
Una nueva cara triste.
Empecé el recorrido por el centro de A Coruña. El día estaba gris, la gente parecía gris, y la geografía humana también era gris. Cada vez se notan más en las calles las diferencias sociales y económicas que la sucesión de crisis ha traído. También el envejecimiento de la población es más visible.
No es lo mismo pasar por unos barrios que por otros. Cierto que nunca lo fue, pero ahora la brecha se está agrandando. Unos pocos siguen transmitiendo la sensación de una ciudad donde el bienestar y la calidad de vida eran un emblema. La Coruña de hace poco era una ciudad de clase media. Ahora se reduce y se recluye en zonas muy concretas. En el resto, el empobrecimiento y la problematización son muy manifiestas. Era lógico que así fuera, porque es una de las cinco ciudades españolas donde las diferencias de renta-medida por el IRPF- son mayores, siendo Juan Flórez-Plaza de Lugo y el Agra del Orzán-A Sagrada los extremos en la nueva escala que va desde el bienestar a la pobreza. Y eso se ve en la calle.
Tampoco la ciudad está limpia, es más sigue estando muy sucia, principalmente si nos fijamos en los contendores, atiborrados unos, desbordados otros, viejos y rotos los más, y sobre todo con el triste espectáculo de personas rebuscando entre los residuos de unos que son oportunidades para otros. Escenas que yo no recordaba a pesar de mis muchos años. Por eso también la ciudad esta gris.
La movilidad sigue siendo un dilema, con los clásicos problemas de una doble fila disminuida pero no eliminada, o el reparto indiscriminado de mercancías en un total desorden. Se anticipan obras en las calles que van a ser peatonalizadas, pero el estado actual es triste. Es necesario iniciar las obras o lo que haga falta. Se anuncia un plan de movilidad sostenible, es ya el tercero o cuarto, aunque esta vez tiene más concreción y visos de realismo. También están preocupados los ciudadanos, al menos con los que hablo, por el efecto de la pérdida de plazas donde aparcar y el coste excesivo de los parkings. Y el transporte público tal como está planteado no resuelve el problema.
El centro será probablemente el espacio donde los devastadores efectos de la pandemia, en todas sus consecuencias, sean más visibles. Ya es triste ver tantos locales de hostelería cerrados, y también lo es ver los comercios abiertos pero con escasa clientela. Lo mismo ocurre con los hoteles y otros establecimientos. El centro de la ciudad, otrora alegre y divertido, está triste y el futuro no se atisba claro. Desde esta perspectiva hay una cosa que siempre me preocupa que he comentado muchas veces. La ciudad central es una ciudad de servicios comerciales, culturales y de ocio. La pandemia ha dejado tocados a sectores básicos de su actividad. Probablemente volverá a dejar calles con locales vacíos, persianas cerradas, y calles tristes. Y para facilitar su recuperación hay que tener en cuenta una cosa: los establecimientos necesitan atraer clientes de fuera. Dado que la población que vive en el centro envejece y se despuebla, que las pensiones son el sustento de una mayoría de sus habitantes, que el paro y los problemas de la crisis van en aumento en toda la ciudad, y que la capacidad de ahorro y de gasto se reduce. ¿De dónde van a venir los clientes? La primera opción es el área metropolitana donde 120.000 habitantes forman ya una aglomeración importante.
En esa periferia, la dinámica social y económica es muy diferente. En general, la población residente aumenta, la renta media también y la vida se circunscribe cada vez más al barrio, máxime tras los confinamientos que han reforzado la autosuficiencia local. En efecto, sin salir de la zona donde uno vive, se tiene acceso a una oferta de servicios que aumenta en calidad y cantidad, haciendo que la necesidad de ir al centro de la ciudad disminuye. Y más aún con el crecimiento de la venta on-line. Si el desplazamiento al centro no se facilita con tarifas baratas y aparcamientos accesibles cada vez se irá menos, añadiendo otra pincelada gris a la ciudad central.
Conozco mucha gente de diversas edades y de diferentes ocupaciones que prácticamente ya no van al centro de La Coruña. Su demanda la resuelven en el entorno o en determinados centros comerciales. Cerrar el centro al coche sin alternativas razonables puede ser un arma letal para comerciantes y otros profesionales. Hay que pensar en un equilibrio entre la sostenibilidad y el negocio. Al menos eso me parece a mí después de hablar con cientos de personas de Sada, de Oleiros, de Cambre, de Culleredo, de Arteixo y de otros concellos. Ir al centro de La Coruña ya empieza a no ser necesario. Y esa es la cuestión ¿la economía minorista del centro podrá sobrevivir solo con los clientes del municipio coruñés? ¿Se está pensando la movilidad en términos metropolitanos, es decir en términos de ciudad total? Eso me preocupa.
La ciudad, como otras, necesita un cambio en la política de cooperación institucional, porque también el panorama actual es bastante triste. Y como ejemplo ahí está la situación del puerto o el ferrocarril a Langosteira y lo difícil que resulta una colaboración decidida y que piense solo en el interés de la ciudad. Llevamos años de retraso en todo lo que concierne a un puerto cuya evolución de tráficos es negativa y donde el necesario consorcio de los muelles vacantes sigue sin fraguar. Otra nota triste de algo fundamental para nuestro futuro.
La ciudad está triste, mucha gente lo está pasando mal, el covid nos desanima, pero hay que reponerse y marcar prioridades en varias direcciones. Y una de ellas es la necesidad de tener una hoja de ruta para la ciudad de la postpandemia. Anteriores experiencias nos muestran como las ciudades que tenían un proyecto de futuro salieron ganadoras y las que solo conducían con luces cortas perdieron.
Un apunte final: los hechos demuestran que en todo lo relacionado con los valores cívicos falta mucho por lograr. Todos podemos y debemos hacerlo mejor. De lo contrario, la ciudad blanca y azul, la alegre ciudad de cristal terminara convirtiéndose para siempre en una ciudad sucia y gris, en una ciudad triste. Y no tanto por el cemento, sino por la educación cívica y por la pobreza.
Hay otra cara alegre: la economía sigue viva y la ciudad se hace más global.
Una vez más nos informan que A Coruña concentra las fortunas que ocupan los primeros lugares en la lista de Forbes, y que se incorporan nuevos empresarios, siendo coruñeses todos los gallegos situados entre los 100 más ricos de España. Madrid, Barcelona, Valencia, País Vasco y La Coruña son las ciudades con más ricos oficiales de España. En la ciudad están las empresas gallegas cotizadas, y aunque algunas se han perdido otras están ya ocupando su lugar. Su efecto en el consumo interno, en el empleo, en los servicios, en la creación de nuevas empresas, en la retención y atracción de talento y en la internacionalización de la ciudad es patente cuando se recorre con atención los intrincados caminos de la Ciudad Metropolitana. Esa es la otra cara la ciudad.
La Coruña económica sigue siendo competitiva, y por eso, si en la crisis anterior fue una ciudad resiliente destacada, ahora está dando un paso decisivo para avanzar en sostenibilidad, pero le queda un gran reto: recuperar el equilibrio social y con él la seguridad ciudadana.
Son todos aspectos concatenados que condicionan la calidad de vida, y que son importantes para los ciudadanos menos favorecidos pero también para que La Coruña pueda seguir presentándose como una ciudad intermedia de calidad, cada vez más peatonalizada, cada vez más sostenible y, como siempre, cada vez más atractiva. Y eso hoy es una gran ventaja competitiva. Es el tiempo de las ciudades intermedias.
El paseo por el área metropolitana pone de manifiesto el cambio que se está produciendo hacia la economía digital, verde y circular. De una manera casi sorprendente, hay nuevos e importantes proyectos para la economía digital y la inteligencia artificial, y para la aplicación de tecnologías a la eficiencia energética, y a energías renovables, entre otros. También la regeneración ambiental en la ciudad y en el área metropolitana empieza a situarla como un referente en desarrollo sostenible; entre otras razones por la labor que se hace desde la Reserva de la Biosfera que nos ha puesto en el mapa de las organizaciones internacionales como un territorio de calidad innovador, a pesar del poco tiempo trascurrido desde su puesta en marcha.
A ello también contribuirán proyectos tales como la regeneración de la ría de O Burgo- todo un símbolo de la lucha colectiva por el medioambiente. Y todos los municipios apuran proyectos para hacer de sus centros urbanos unos lugares más atractivos y también más sostenibles. La Ciudad Metropolitana está bien orientada, como hace tiempo que no lo estaba. Y lo más significativo es que va en la dirección correcta. La suma del centro y la periferia pueden aportar uno de los balances urbanos más positivos. Es la cara alegre del cambio.
Y así volverán los visitantes que buscan calidad, los inversores que prefieren la escala urbana intermedia, los gallegos que tuvieron que irse y otras personas que están mirando hacia espacios de oportunidades.
Mirando al futuro con optimismo: ¿Puede A Coruña ser el nuevo referente urbano español del siglo XXI?
Considerando los apuntes anteriores, creo que si todo sigue el camino iniciado y los elementos correctores actúan, estamos en condiciones de afirmar que con una buena estrategia de promoción exterior o marketing urbano puede alzarse entre las ciudades españolas más innovadoras.
Si la reforma del frente portuario se hace como se debe, si la ciudad de las tics se hace como se piensa, si las empresas recuperan su dinamismo para atraer y retener talento, si la nueva economía y la política restañan las heridas abiertas y se doblega la desigualdad social, A Coruña puede aspirar a tomar el relevo a ciudades referentes del siglo XX, como Barcelona, Bilbao, Valencia y Málaga. El sitio está libre y es la que está mejor situada para hacerlo. Solo falta un impulso y un relato de ciudad actualizado.
Pero para ello, hace falta también un compromiso colectivo para hacer de A Coruña esa ciudad más cohesionada socialmente, más sostenible, más inclusiva, más cívica y más culta. En eso todas las instituciones tienen un amplio margen para cooperar. Una cooperación que permitiría lograr una convergencia entre la ciudad alegre de los más favorecidos y la ciudad gris de los más empobrecidos, Y para ello sobran en la ciudad asociaciones e instituciones urbanas que pueden aportar su fuerza para impulsar esa ciudad postpandemia en la que todos estamos pensando. Solo falta una cosa: liderazgo social y un órgano de soporte. Lástima que eso sea siempre lo más difícil.