En mi último escrito planteaba-como respuesta a un artículo periodístico sobre A Coruña y el Depor- los puntos fuertes de la ciudad y sus favorables perspectivas para el futuro, principalmente por los grandes proyectos y las grandes inversiones. Hoy, siguiendo en esa línea de pregunta-respuesta, paso a relatar los resultados de un detenido y atento paseo por la ciudad para enseñarle a unos amigos y conocidos de Vigo y Pontevedra nuestros espacios urbanos más significativos. Un paseo urbano que animó un encendido debate valorativo de la situación del centro urbano. Solo que en este caso la tención estuvo centrada en las pequeñas cosas, en el urbanismo de proximidad, en el cuidado de la ciudad, en la situación del centro de la ciudad por donde trascurrió el recorrido. Paso a relatar las vicisitudes de tan amigable debate:
Empezaré por las conclusiones del road trip urbano. La sensación común ha sido esta: todas las ciudades- también Pontevedra y Vigo- cuidan con esmero sus centros urbanos para orgullo de los ciudadanos y admiración de los visitantes. También todas las ciudades-Vigo y Pontevedra especialmente- crean iniciativas para dinamizar y hacer más atrayentes sus centros históricos. Todas las ciudades, además, cuidan su patrimonio cultural, material e inmaterial, presentando proyectos sugerentes y creativos, como es el caso de Pontevedra. Del mismo modo, todas las ciudades, y más en Vigo, ponen en valor sus significantes históricos, mediante diferentes elementos figurativos que hacen visibles los acontecimientos que situaron a esa ciudad en el mundo. Incluso a veces se los inventan y magnifican la realidad, como ocurre en Vigo. En La Coruña es al revés. En La Coruña hay una enorme tarea pendiente para visibilizar y poner en valor los recursos que la historia fue acumulando. Resultado: falta identidad, falta implicación, falta interés y falta sentido de pertenencia. Y así resulta imposible hacer ciudad.
La ciudad al revés: Añuroc.
Hay situaciones que a la vista ponen de manifiesto al visitante y al paseante que en los últimos años Coruña ha seguido un camino inverso a las otras ciudades. El propio recorrido por la ciudad desde Los Cantones al Monte de San Pedro-el que todos hacemos-fue una buena muestra. Enumeraré algunas sensaciones que el paseo suscitó: el centro histórico de la Pescadería está abandonado y descuidado en general, la Ciudad Vieja está triste y languidece, parte del patrimonio olvidado con contendores culturares históricos en desuso o con usos inadecuados, donde incluso la humedad corroe su legado. Nuestros múltiples valores históricos y culturales siguen a su suerte. Y no solo no se sabe, o no se quiere, poner en valor lo que tenemos, que es mucho, sino que nuestra indolencia favorece que otras ciudades hagan suyos elementos emblemáticos que son nuestros. Así ocurrió con el invento del origen ferrolano del Camino Inglés. También por eso, cualquier visitante que no tenga quien le explique las cosas, se marchará tan ignorante de lo que tenemos como cuando vino, porque lo único que le enseñamos es lo que ya conocía de antemano. Llegan, ven tres o cuatro cosas, comen bien y se van. Basta con ver los testimonios colgados en la red, o las propuestas de los medios viajeros para constatarlo. La ciudad, al revés que todas, minusvalora su pasado, olvida su identidad y-a veces- se evade en un cosmopolitismo pueblerino. También por eso La Coruña es una ciudad al revés. Coruña parece Añuroc, que es su nombre inverso, y que en la red corresponde a un juego.
Muchos proyectos pero pocas realidades.
La pregunta clave de mis visitantes fue esta: ¿qué pasa en La Coruña? ¿Por qué los últimos gobiernos municipales dejaron transcurrir los años sin llevar a la práctica ninguno- o muy pocos- de los proyectos anunciados? Es lo que me decía mi amigo de Vigo que viene a la ciudad más a menudo. “Cada vez que vengo me cuentas los mismos proyectos, pero yo sigo sin ver nada. Y ya han pasado seis años”. Y tiene razón porque tantos años sin gestión han dejado una profunda huella en el centro de la ciudad e incluso en sus lugares más representativos.
Y no le faltaba razón, porque además del retraso de Los Cantones, de San Andrés, del Paseo Marítimo, del paseo de las murallas, hay otros ejemplos que ellos no vieron, pero los coruñeses sí sabemos : seremos la última estación intermodal del eje atlántico; seremos la única que paga los peajes sin obtener las ventajas que incluian la reforma de Alfonso Molina; seremos el ultimo puerto en atraer una línea de contendores, seremos el único caso donde su principal acceso metropolitano ( la nacional sexta) lleva más de quince años sin terminar las obras previstas; en Meicende tenemos el único acceso por autopista con peaje que no ha sido rescatado; somos el único aeropuerto cuyo plan director quedó parado y con la terminal sin reformar; somos la única ciudad gallega que casi nunca aparece entre los destinos turísticos en medios especializados; somos también la única ciudad que ha dejado postergado su festival de ópera; somos la única ciudad sin un festival musical de renombre y reconocimiento; y somos la única ciudad que teniendo marcas universales como Picasso o Madariaga en su acerbo no les ha prestado la atención debida; y para colmo de momento seguimos siendo el único puerto sin conexión ferroviaria. En fin somos excepcionales en solo una cosa: hacer las cosas al revés de lo que otras ciudades hacen. Por eso somos una ciudad al revés. Somos Añuroc.
Enseñar la ciudad: del orgullo a la desazón.
Como constatación de lo dicho, paso a relatar los comentarios de mis amigos de Vigo y Pontevedra en su visita por la ciudad.
Empezamos por Los Cantones en lamentable estado en general (pavimento, pintura, ornato, ´medianas etc.), vimos los jardines en regeneración (lo único de lo que pude presumir) y les hablé el proyecto nuevo. Seguí hacia el castillo de San Antón. Se asombraron de ver el entorno hecho un desastre y las murallas cubiertas por la maleza y en estado de grave deterioro, principalmente el jardín de San Carlos (también les hablé del proyecto); la Ciudad Vieja dormía sucia con un aspecto tristón y melancólico. Le falta vida, pero también le faltan cuidados. Hasta se extrañaron que el tramo más antiguo de las murallas esté oculto por un muro. Les volví a mencionar planes y proyectos. El paseo de Orillamar sin tranvía y con las singulares y emblemáticas farolas descoloridas o con sus esmaltes perdidos. El entorno de la Torre de Hércules sin un centro de interpretación en condiciones, y rodeado por las ruinas de la cárcel y las chabolas de San Amaro. No tuve proyecto que contarles. Seguimos rodando por el deteriorado pavimento del paseo hasta llegar a Riazor. Allí les hice volver la mirada a la playa para evitar posibles comentarios sobre el Depor, pero al mirar a la playa vieron las antiguas arcadas de Riazor. Tremendo. En todo el recorrido vimos verde pero no vimos flores, vimos paradas del tranvía abandonadas pero no vimos tranvía. Menos mal que el mar estaba muy vivo y hermoso. Después fuimos a la Puerta del Atlántico, cerca del Portiño, y de nuevo el abandono total. Llegamos al Monte de San Pedro y al subir a la Cúpula Atlántica la encontramos cerrada y oxidada.
Me sentí avergonzado y para compensarles, y lavar la cara de la ciudad, pensé en hacer un recorrido nocturno de regreso para que vieran solo lo más notable y olvidaran los entornos, pero constaté que todos los lugares y monumentos antes iluminados ahora estaban sin iluminación, salvo la Torre de Hércules. Ni el Milenium, ni la Domus, ni todas las murallas, Al final, tuve que oír lo inevitable. “oye, la ciudad está muy abandonada” “La Coruña está peor que antes” “no es por nada pero ahora Vigo está mucho mejor”. Y para rematar: “cualquier otra ciudad gallega ha mejorado más que La Coruña”. Nada pude responder. Sentí vergüenza otra vez, y ni la ilusión de los proyectos logró salvar el orgullo herido. Solo se me ocurrió decirles: “hay otros barrios con muchas mejoras y hay nuevos proyectos”. Y apostillaron: “tienes razón, Coruña es una ciudad al revés”. Es Añuroc.
Indefenso ante la realidad.
Volvimos al centro de la ciudad donde las calles del Ensanche seguían, como siempre, atiborradas de coches y descuidos a la vista. El objetivo era sentarnos en un café y allí remacharles los valores históricos y culturales de la ciudad. Pero no caí en la cuenta que mi amigo vigués que mejor conocía la ciudad por su relación con un conocido historiador local, me haría un contrarrelato, cansado ya de tantas excusas. También él era historiador y buen conocedor del patrimonio gallego: Me puso sobre la mesa cosas como el Edificio del Consulado con su valiosa y humedecida biblioteca; de la antigua Casa de La Moneda sin poner en valor; de la Casa de Rosalía en abandono y su biblioteca y sus muebles originales no se sabe dónde; del Castillo de San Antón convertido en una especie de almacén donde todo cabe; y del propio Palacio de María Pita con un entorno arquitectónico cada vez más heterogéneo. Y de otras lindezas por el estilo.
Para los otros participantes este fue el momento para hacerse fuertes con sus ciudades. Por eso, hablaron sin parar de los muchos intentos que se están haciendo en Vigo para valorizar su historia, a pesar de ser mucho menos relevante, pero que para la identidad de la ciudad siempre es importante. La recuperación de un poblado castreño, las ruinas romanas, el plan de recuperación de las murallas, el auge de la recreación histórica con la Fiesta de la Reconquista, la rehabilitación envidiable del Casco Viejo, la atracción de instituciones y espacios culturales para recuperar edificios antiguos vacíos, entre ellos una sede del Centro Gallego de Arte Contemporáneo; de las obras de regeneración urbana para crear una nueva plaza y conectar todos los espacios históricos ( Berbés, Falperra y Paseo Alfonso), la recuperación de un interesante edificio industrial, la Panificadora, como testimonio actualizado, y para terminar de la gran plaza-mirador sobre la intermodal, y así otras realizaciones que cualquiera puede ver cuando se acerca a Vigo. Y entonces llegó el inevitable colofón: “En Vigo hacemos cosas y ponemos en valor lo que heredamos” En este punto mi amigo de Pontevedra hinchó pecho y habló sin parar del reconocimiento mundial del proyecto de ciudad de Lores. Y añadió: “Como todas las ciudades hicieron en estos años”. Y volví a callarme porque yo estaba en una ciudad al revés. Estaba en Añuroc.
Donde los proyectos se hacen eternos.
Rápidamente y para salvar la situación, y mi propia desazón, no se me ocurrió otra cosa que comentarles todos los proyectos en marcha, que son muchos. Lo malo fue que al terminar, uno de ellos dijo. “Sí, todo está muy bien, pero cuando estuve la otra vez ya me hablabas de esos proyectos”. La verdad es que poco pude decir para convencerle de lo contrario, más allá de la falta de gestión urbana en los últimos años. Para colmo otro me peguntó por Picasso y aquella afortunada operación de recuperación de su casa-museo en tiempo de Negreira. Tuve que decirle aquellos grandes propósitos picassianos quedaron en abandono. Y me machacó así: “en realidad no solo no se ha hecho nada, también lo que añadía valor se abandonó, como el tranvía.” “¡Qué pena de ciudad con todo lo que tiene ¡ “ “No sé quién- añadió otro- pero a esta ciudad alguien tendrá que venía a darle la vuelta como al famoso calcetín. Solo un liderazgo político fuerte, como el de Caballero o Lores”. En eso todos estuvimos de acuerdo, porque una de las causas de esta situación fue la falta de gestión del anterior gobierno municipal, a lo que se suma el actual gobierno en minoría. No cabe duda que ese liderazgo de que tanto se habla está muy relacionado con una fuerte mayoría política, una debilidad que todavía hoy sigue arrastrando los tiempos de la ciudad. Un liderazgo político necesario para hacer que la ciudad al revés pase a ser, para disfrute de todos, ciudadanos y visitantes, una ciudad al derecho. Para que Añuroc vuelva a ser Coruña.
Pero aun no terminó la conversación, porque ya casi levantándonos, mi amigo pontevedrés dijo: “¿y los coruñeses no hacen nada ante tantos agravios?” Solo tuve una respuesta: en tiempos de pandemia la gente está en otras cosas. De todos modos, la ciudad está más limpia, se están recuperando los jardines históricos, hay más edificios rehabilitados, y aumentaron los carriles para bicicletas, corredores y nuevas formas de movilidad. Me respondió “Eso es lo mínimo que después de seis años cualquier ciudad puede presentar”. Tuve que acudir, una vez más, a la fortaleza económica, al potencial y dinamismo del área metropolitana, a la Reserva Mundial de la Biosfera de As Mariñas, al efecto Zara-Inditex, a la nueva gestión del frente portuario y a otras semejantes para cambiar el tono del debate. Para fastidiarme más, uno de los amigos de Vigo aseveró así: “todo muy bien pero el centro dela ciudad esta como el Depor, en tercera división”. ¡ glup ¡ . Y mi amigo de Pontevedra apostilló finalmente: “La Coruña que fue una ciudad tan bonita y tan admirada no se merece esto”. De acuerdo. Me callé y los invité a dar un paseo por Oleiros, donde hace años estoy viviendo, y por As Mariñas la mañana siguiente. “Esto es otra cosa” me decían una y otra vez.
De Añuroc a Coruña. Hace falta pasar del dibujo a la realidad.
En fin, la ciudad lleva muchos años sin liderazgo urbano o político y eso se nota. El propio Paco Vázquez acaba de declarar en Vigo, ante su amigo Abel Caballero, que el liderazgo urbano lo tiene ahora el alcalde vigués que con los de Madrid y Barcelona son los tres más conocidos de los alcaldes españoles. Cierto que es una afirmación muy matizable, porque una cosa es el alcalde y otra la ciudad, y porque no siempre la popularidad y el acierto van juntos. Lo que no es matizable es la falta de impulso para renovar el proyecto de ciudad. Se exponen bocetos para la reurbanización del centro de la ciudad, se identifican los problemas y se proponen buenas ideas, pero no suelen pasar de la fase propositiva o como mucho dibujada. Y mientras tanto seguimos con los temas de siempre presentados como si fueran nuevos: el estudio del puerto repite propuestas ya plasmadas por Busquets en el plan General de Urbanismo hace 17 años, la reforma de San Andrés presentada por Losada tiene ya 10 años, el plan de las murallas de Negreira pasa de siete, la reforma de Los Cantones y la renovación del paseo de Orillamar de la Marea van por los 5, la puesta en valor de Paseo Marítimo cuenta ya 6, y así podrían sumarse más años. Tienen razón mis amigos. Un cúmulo de fallidas esperanzas para desánimo de los ciudadanos; y -como el tiempo pasa- la situación se deteriora cada año un poco más. Y esto es lo que claramente percibieron mis amigos visitantes. Como compensación, el último día, tras dejarlos en el hotel, regresé a mi casa atravesando los barrios. Y constaté que están más y mejor cuidados los barrios que el centro de la ciudad. Otra vez la ciudad al revés. Es como si fuera una ciudad-barrio.
Espero y deseo que ahora que los grandes proyectos han recibido un nuevo impulso desde la Xunta de Galicia, y en particular por el actual empeño de Feijoo en la ciudad (el hospital, el tren a Langosteira, el puerto histórico, la intermodal, el ecobarrio de Elviña) también los proyectos urbanísticos de siempre lleguen a buen fin, y que otros renueven el imaginario urbanístico del centro de la ciudad. La Coruña lo necesita. Y los coruñeses lo celebraríamos. También los visitantes. Y por añadidura me libraría de tanto desazón.