Si siempre es difícil acertar en la predicción del futuro más lo es en la actualidad, cuando la incertidumbre amenaza las bases de nuestra arquitectura económica, social y política; y cuando el cambio climático obliga, con una velocidad inesperada, a efectuar un ajuste estructural de inusitadas consecuencias. No todas las ciudades pasarán la prueba con la misma fortuna y puede ocurrir que algunas emerjan con mayor pujanza que el esperado, mientras otras queden aquejadas por un declive funcional de difícil recuperación. Lo mismo pasó en la revolución industrial y también en cada una de sus fases. El binomio cambio tecnológico y cambio climático es ahora el punto de partida de un nuevo paradigma urbano.
El nuevo modelo energético.
Hay aspectos que ya los estamos viendo con nitidez. Por un lado la necesidad de ajustar la producción y el consumo de energía a la reducción de los efectos que afectan al cambio climático. Las térmicas de carbón de Meirama y As Pontes estaban en la lista hace tiempo. Sus efectos van a tener manifestaciones más o menos importantes en el empleo, en la actividad económica general, en los ingresos medios y al final en la demanda de bienes y servicios, trasladando sus consecuencias a los ya diezmados sectores comerciales y a los servicios personales y de ocio. La comarca del Eume lo padecerá sin duda. El área de Ferrol vuelve padecer la falta de políticas económicas locales. Se veía venir, no se hizo nada y ahora cuando llega no se sabe qué hacer. Antes había que haber tomado medidas.
Otra amenaza, aunque más aplazada y matizada, se puede entrever en lo relacionado con el consumo de energía no renovable, como el petróleo y sus derivados. La refinería de Coruña estaría entonces en el punto de mira, aunque esto no sea a corto ni a medio plazo. Sin embargo parece razonable que la gestión portuaria de A Coruña empiece a pensar en serio sobre la necesidad de diversificar el tráfico marítimo y no seguir instalados en el modelo graneles, en su mayor parte energéticos (petróleo y hasta ahora carbón). De no hacerlo con tiempo la enorme inversión realizada en el puerto exterior podría quedar muy cuestionada por la rentabilidad conseguida. Y tampoco podemos estar seguro de los efectos que el cambio climático pueda tener sobre la oferta de cruceros turísticos. También están en el punto de mira, aunque seguramente en el Atlántico tenga consecuencias mas leves. Una crisis portuaria afectaría notablemente a la economía de la ciudad, aunque en menores proporciones que lo haría en el pasado. No está de más pensarlo.
Otro tema es el de los efectos que los cambios energéticos pueden producir en la industria del automóvil, lo cual sumados a los nuevos hábitos de uso del coche para los desplazamientos urbanos diarios, podrían derivar en un efecto negativo para la industria de la automoción que sigue siendo la base de la encomia viguesa. Menos mal que la propia multinacional ha sabido anticiparse a los cambios creando un importante centro tecnológico que aporta un valor añadido considerable, y que las compañías abastecedoras han logrado diversificar el mercado. Lo que no habían anticipado es la deslocalización de la producción hacia el vecino Portugal y cada vez más hacia el lejano Marruecos, los mismos países que funcionan como abastecedores de productos a la importante industria textil coruñesa. Nos han salido nuevos competidores. Los efectos pueden pasar factura, y en Vigo parece que ya están al tanto. Aunque poco pueden hacer si las decisiones de la central de decisiones correspondiente a cada caso cambian de dirección. Seguramente la economía metropolitana lo sentiría. Es lo que pasa cundo los propietarios son de fuera.
Si a esto sumamos los problemas del coste de la energía en las industrias electrointensivas de Cervo, Ferrol, A Coruña, y Cee-Dumbria, nos encontramos con un escenario donde al ajuste del mercado se une la ajuste climático para devenir en un panorama incierto que puede tener importantes consecuencias en el desarrollo regional. Como consecuencia, los puertos, aeropuertos y autovías podrían perder clientes y usuarios en general, dificultando la rentabilización de las grandes inversiones efectuadas. Y eso los peregrinos no lo resuelven. Habría que ir cambiando el chip del desarrollo regional. No olvidemos que esas industrias se instalaron aquí cuando una empresa gallega, Fenosa, tenía capacidad para establecer tarifas reducidas como factor de atracción industrial. Hoy nada de eso existe. En Sabón (Ferroatlántica) y en La Grela (Parner Alibérica) están dando pasos para sustituir o complementar el modelo electrointensivo de primera transformación por otro de segunda generación. Tal vez ese sea el único camino, pero también el ajuste tendría consecuencias en A Mariña y Costa da Morte .
Un nuevo escenario turístico: los aeropuertos.
Hay otros sectores que también tienen encima poderosas amenazas. Por ejemplo, el turismo.
Ya hace un tiempo que los estudios empresariales están diciendo que en Galicia es necesario diversificar el producto y sustituir la apuesta de la cantidad (el número) por la calidad (estancia y gasto). De momento la apuesta por el cambio es muy poco relevante en comparación con el modelo antiguo que sigue siendo el prioritario. Pero además, todo indica que el cambio climático obligará a reducir el consumo de CO2 empezando por los mayores emisores: los aviones, los automóviles y los barcos de crucero. Los vuelos low cost están ya en una fase difícil, como el cierre de compañías demuestra, pero todavía puede ser más critica la situación. Y dado que una buena parte del turismo de masas está asociada a los vuelos bajo coste, una cosa llevará a la otra. Naturalmente podría aumentarse la subvención pero eso sería difícilmente justificable social y políticamente. Pasa lo mismo con los cruceros, principalmente en el Mediterráneo, pero seguro que también afectará a nuestras terminales marítimas. De hecho se habla ya de una burbuja turística dentro de la recesión que viene. La quiebra de uno de los mayores operadores mundiales es un aviso. Sin embargo no debemos olvidar que en algunos casos las consecuencias serán positivas, porque eliminarán la presión de la turistización en las ciudades, caso de Santiago, pero también obligarán a cambiar el modelo turístico actual. ¿Cómo sustituir el modelo de turismo barato que mayoritariamente caracteriza la oferta gallega, por una oferta de calidad con unos requerimientos que en Galicia muy pocos destinos pueden ofrecer? Menos mal que tenemos una excelente reputación en el mercado nacional.
Siguiendo en el mismo camino, más incierta es la situación de los aeropuertos. Cada vez será más importante la demanda de negocios para conexione internacionales relacionadas con el mundo empresarial. La reglamentación aérea obligará a sustituir los vuelos comerciales por el ferrocarril en aquellos trayectos donde las conexiones por ferrocarril sean inferiores a tres horas. Conseguir esto es lo que, pensando en el efecto invernadero, justificó la inversión en trenes de alta velocidad. Traslademos esto a los aeropuertos:
- a) Pues bien sin bajo coste y con AVE Se podría añadir a esto el efecto del Saa Carneiro unido con un tren privado a las ciudades atlánticas gallegas. ¿Qué haremos con el aeropuerto de Lavacolla a menos de tres horas por tren desde Madrid? ¿Una plataforma logística?
- b) Vayamos ahora a Peinador. Pensemos en la sostenibilidad pesquera global y en el efecto del Brexit en los caladeros cercanos. Aquí la problemática está ya en el papel. Menos mal que nos quedan muchas bazas positivas, desde la propia industria pesquera a su fuerte posicionamiento en los mercados mundiales principalmente por su calidad. Tal vez haya que pensar en importar materia prima por avión con una terminal pesquera en Peinador. En Vitoria y en Madrid ya funciona.
- c) En el caso de Alvedro poco tengo que comentar porque, al fin y a la postre, es una terminal al servicio de una gran multinacional, Inditex, y su posicionamiento global justifica la rentabilidad del aeropuerto local.
Las nuevas oportunidades para un sector primario renovado.
Donde el cambio de paradigma puede encontrar un espacio de oportunidades es en sector agroalimentaria. Nuestro variado complejo productivo presenta unas oportunidades que si ahora ya son valoradas, en el futuro pueden emerger con más fuerza. La calidad y variedad, la producción biosaludable, la reputación adquirida y la demanda creciente de una alimentación basada en la calidad más que en el precio, al menos en amplios segmentos de renta alta, como hace décadas vengo escribiendo, constituyen un buen marco de referencia para nuestra economía local. Un efecto que será positivo para las economías urbanas con inputs procedentes de la producción primaria de su entorno, como Lugo (lácteos y cárnicos), Ourense (carne y vino) y Pontevedra (vino y acuicultura). Y más aún para esas pequeñas ciudades que actúan como dinamizadoras de las comarcas rurales y aseguran el equilibrio en el territorio. . Lástima que los actuales gobernantes hayan pospuesto esa visión eliminando la políticas y estrategias de desarrollo local y rural existentes, sin añadir otras nuevas. Como por ejemplo sucedió con la red de desarrollo comarcal, pionera de muchas cosas en su momento, y postergando la economía rural a favor de una economía productiva centrada en la industria, la pesca y el turismo. Cuando se hizo, hace diez años desde que llegó Feijoo, ya se podían anticipar muchas cosas. Al final muchas iniciativas en el rural se han perdido, muchas y millonarias subvenciones a industrias se han marchado (caso de R y la construcción naval) y grandes empresas han cerrado. Tras una década de desindustrialización el despoblamiento rural obligó a centrar de nuevo la política regional en el medio rural, pero sin las soluciones innovadoras y radicales que se requieren. La red de pequeñas ciudades que son cabeceras comarcales hubiera tenido una dinámica más esperanzadora de la que ahora presenta muchas de ellas.
No cabe duda, las incertidumbres son muchas, pero también hemos avanzado mucho. Ahí está el complejo económico del textil-contact-logística- tics del área metropolitana coruñesa derivado del efecto Inditex. Lo mismo ocurre con la adaptación de los astilleros ferrolanos al gas licuado, a la energía marina y eólica, y a los barcos tecnológicos. Ahí está también el complejo logístico pesca-procesado- tecnología de Vigo, uno de los más importantes del mundo, y la deseable readaptación del polo de automoción vigués gracias al desarrollo de sus centros tecnológicos. Ahí están también los tímidos avances de la industria aeroespacial en Lugo, Vigo, Ourense. Y siempre las nuevas iniciativas empresariales a favor de nuevos desarrollos que están dando respuesta al paso de un modelo intensivo a un moldeo de bajo consumo de recursos.
Los cambios de modelo de la economía urbana.
Hay una última e interesante cuestión: las consecuencias de todo lo anterior en las ciudades gallegas. Así como en el punto de partida le potencial endógeno de nuestras ciudades era el principal factor de desarrollo y de capitalización, ahora nos encontramos con tres modelos diferentes.
- a) La economía urbana de Vigo ha evolucionado desde un modelo endógeno fuertemente subvencionada (antes Caixanova, y ahora Xunta) hacia un modelo capitalista especulativo global, donde sus mayores empresas dependen del capital extranjero: francés en el caso de Citroën, chino en el de Albo y Censa, mejicano en Barreras y americano en Povisa. Cierto que entra capital extranjero, y eso es una demostración de atractividad económica, pero en la misma medida la capacidad de decisión se traslada a lugares distantes sin vinculación con Galicia. Y eso puede suponer un cambio sustancial ante coyunturas inciertas.
- b) En el caso coruñés ha sucedido lo contrario: se reafirma el potencial endógeno, que de lo local ha evolucionado hacia lo global (Inditex), generando un nuevo tejido empresarial de carácter internacional que arrastra positivamente al resto de las actividades urbanas, incluso las de consumo.
- c) Ferrol, como siempre, sigue dependiendo de la iniciativa política, aunque reafirma segmentos muy competitivos mayoritariamente privados (Reganosa) ya mencionados (astilleros 4.0, gas licuado, off-shore). Las amenazas son graves en otras actividades electrointensivas (Megasa) o en la producción de energía con carbón. Difícil ajuste, como siempre.
- d) Lugo y Ourense, se consolidan como los principales centros de la industria agroalimentaria donde el capital local (Coren) y el exterior ( lácteas) se mezclan, y cada una busca su perfil tecnológico, una en los drones (Lugo) y otra en la aeronáutica (Ourense), pero con preceptivas inciertas todavía. En la ciudad orensana, hay que valorar el añadido de la moda de alta costura de la mano e los diseñadores y empresarios orensanos.
- e) En el caso de Santiago se mantiene el modelo público-privado muy dependiente de la iniciativa de la Xunta pero también de algunos grandes empresarios (Cortizo, Puentes, Urovesa, Finsa) que aportan una nueva dimensión a lo que siempre fue una ciudad institucional. Su modelo turístico y el tejido económico local asociado pueden presentar dificultades de ajuste a la nueva demanda. Tampoco la previsible reducción del gasto público podrá mantener activas muchas de las iniciativas actuales.
- f) Queda Pontevedra que, más pronto o más tarde tendrá que admitir la deslocalización de la celulosa, pero que se consolida como la ciudad que dirige el complejo endógeno del Salnés y otras comarcas: acuicultura, marisco, vino, conservas etc. Y un turismo que puede reconducir porque dispone de soportes sólidos. Aunque en algunas localidades pueden producirse efectos no deseados.
Como conclusión de esta evolución, parece evidente que el apoyo al potencial endógeno instalado siempre ofrece unas bases más seguras, entre otras cosas por la vinculación al lugar, pero para mantener su competitividad es necesario abrirse- como se está haciendo- a los mercados exteriores.
Y como hablamos de ciudades hay una última cuestión que señalar: la necesaria reducción del automóvil en los centros de nuestras ciudades y en las ligazones metropolitas, y la sustitución por transportes libres de CO2, como trenes, tranvías o vehículos personales. Tenemos las ciudades peor preparadas de España para la sustitución del coche por los trasportes públicos menos contaminantes, porque aquí se ha seguido apostando por el automóvil y los autobuses en lugar de los trenes metropolitanos y los tranvías. Todas las ciudades españolas grandes y medias ya han dado el paso menos las gallegas. . Tampoco en este campo las políticas han sabido tener la visión anticipadora necesaria.
Conclusión: con la Era Xacobea no basta.
Son muchos los cambios que se prevén, aquí solo enuncié algunos pensados de manera intuitiva, pero son suficientes para pensar que no se puede seguir invirtiendo el dinero público en fórmulas que ya ahora mismo dan muestras de obsolescencia. Cierto que mejor nos hubiera ido si el ajuste al cambio se iniciara antes (síntoma teníamos bastantes) pero aún estamos a tiempo. Al igual que la revolución industrial supuso el ascenso y el declive de muchas ciudades, y regiones, el cambio climático, el cambio tecnológico, el cambio hacia un aumento de la desigualdad social, y la necesidad de reducir el consumo a favor sistemas circulares, habrán de producir efectos semejantes en las ciudades que forman nuestro sistema urbano. Estamos obligados a repensar el modelo de Galicia. Aquí me he limitado a esbozar algunas cuestiones pensadas para la reflexión y el debate.
Pero hay una idea que me parce interesante y también provocadora. Es esta: los problemas derivados del ajuste de nuestras economías urbanas y del desarrollo regional al nuevo paradigma, pueden requerir nuevas políticas de acompañamiento anticipadoras para evitar consecuencias no deseadas en la población, en la economía y en el territorio. Nuestro compromiso global demanda nuevas respuestas, porque con la ilusión del Xacobeo o de la anunciada Era Xacobea, no basta. Ni con la inyección de más dinero público a empresas en dificultades ¿cuánto puso la Xunta para tener una empresa de telecomunicaciones propia, como era R, que al final se deslocalizo sin intentar evitarlo? ¿Cuánto se lleva gastado en Barreas o en Povisa? ¿Y al final? Con este tipo de políticas incluso podría acentuar el sentido de frustración en muchos segmentos sociales empobrecidos. Hay otros huecos que llenar y para ello nos podemos esperar mucho, porque en algunos casos, hemos perdido mucho tiempo. Nuestro retraso comparativo debemos saldarlo cuanto antes para no perder más tiempo. El Xacobeo está muy bien, pero otros son los caminos que se necesitan.