Sobre la necesaria y futura relación entre la ciudad portuguesa y la nuestra para lograr una mejora notable en todos los sectores.
Hace unos años, salió a la luz un documento de la Comisión Europea sobre la estructuración del sistema europeo de ciudades como escenario de competitividad global. A las metrópolis mayores (como mínimo 600.000 hab.) y con un alto nivel de internacionalización, según diversos indicadores, se las clasificó como las mega´s, es decir las grandes áreas metropolitanas europeas, los puntos fuertes donde primar las inversiones para aumentar su competitividad económica y su atractividad. Ninguna de las ciudades gallegas respondía entonces a ese perfil, siendo los más cercanos Oporto y Bilbao. Ahora han pasado unos años y la dinámica urbana ha favorecido a la capital del Norte de Portugal, mientras la metrópoli vasca ha perdido peso económico y rango comercial; solo el turismo aportó nuevas energías: el efecto Guggenheim. En cambio A Coruña ascendió en su posicionamiento urbano, sitiándose en muchos indicadores económicos y en los diversos rankings en el cuarto puesto de las ciudades españolas. Algunos ejemplos. Por el saldo comercial exterior, por la internacionalización de su economía, por su perfil global, por su resiliencia a la salida de la crisis, y por otros estudios publicados. Naturalmente un factor de dicho posicionamiento está en el efecto Inditex, pero incluyen también otras empresas y organizaciones de nuestra área metropolitana. Una base económica que a su vez explica el avance en calidad y diseño de nuestra oferta de comercio especializado y de marcas, así como de la oferta de ocio y gastronomía, En todos ellos hemos alcanzado un nivel privativo de las grandes ciudades.
Una aportación a la ciudad que, añadida a los valores naturales e históricos, ha contribuido a reforzar nuestro perfil en la oferta de turismo urbano en España, hasta el punto que un informe presentado en la última FITUR sitúa a nuestra ciudad entre las diez primeras de España para este año. Hoy, desde el punto de vista empresarial, comercial, turístico y de ocio estamos en posiciones de equiparación e incluso superación de la metrópoli vasca, y mediante una asociación estratégica con Oporto, podemos pensar en ocupar el vacío metropolitano existente en el noroeste. El nuevo puerto exterior nos presenta una gran oportunidad para potenciar nuestra competitividad marítima y logística y, lo que es más significativo, el puerto interior nos abre la posibilidad de avanzar también en diseño urbano, para posicionarnos entre las ciudades portuarias con fachada marítima más hermosa. Todo depende de la capacidad de cooperación que los actuales y los futuros responsables sean capaces de articular.
Seguramente que las anteriores afirmaciones serán interpretadas por muchos coruñeses como una exageración y por muchos gallegos como un localismo, pero la realidad de los datos aportan el soporte para esas afirmaciones. Por ejemplo, basta con consultar el ranking Cities in Motion de las Naciones Unidas- IESE para comprobar su posicionamiento entre las ciudades globales en un puesto equiparable al de Bilbao, aunque este último año hayamos bajado varios puntos, siendo superados por Málaga y Sevilla, que antes estaban por debajo.
La metrópoli vasca ha sido capaz de proyectar y gestionar uno de los espacios portuarios donde se han creado algunos de los paisajes urbanos más valorados entre las operaciones de renovación urbana. Pero el éxito urbanístico y su proyección mundial, no ha impedido que descendiera el número de visitantes en cruceros y el de visitantes alojados se estabilizara, siendo superados ampliamente pro la otra capital vasca: san Sebastián. Pero lo más significativo es que en bilao ya no quedan más que las sedes fiscales y el domicilio social de las grandes empresas, como Iberdrola, Gamesa, BBVA y otras. Todas han trasladado sus sedes operativas a Madrid. Frente a eso no ha habido nuevas inversiones sustitutorias, es más alguna de las mayores empresas bilbaínas han cerrado en este año, como Astilleros Españoles, siendo en este momento las empresas más importantes, el banco resultante de las antiguas cajas de ahorro vascas y dos consultoras internacionales. Síntoma de eso es la decadencia y el cierre de los comercios de lujo, como hace unas semanas recogía la prensa local.
El caso de Oporto es diferente, ya que a su potenciación turística se añadió un crecimiento de las empresas, del empleo, y de la inversión productiva. Así, en su entorno se ha configurado una región metropolitana que ya se acerca a los cuatro millones de habitantes, donde el textil recuperado (en parte gracias a la demanda de Inditex), el calzado renovado, y la madera y mueble modernizado siguen siendo sus principales pilares. Al mismo tiempo sus infraestructuras se mejoraron, jugando un papel preeminente el fuerte liderazgo político y un modelo de gestión metropolitana desburocratizado y con una visión estratégica del marketing urbano. Un modelo muy diferente del administrativo, el vigente en Galicia, que tan problemático ha resultado en la mayoría de los casos donde se aplicó. Aquí también. Los objetivos sucesivos del área metropolitana de Oporto fueron los siguientes: primero, la movilidad metropolitana, principalmente el metro; después la internacionalización del aeropuerto para competir con Lisboa, en paralelo la potenciación del turismo internacional, y finalmente la mayor eficiencia en la gestión del puerto. Una ciudad con proyecto y con ambición de progresar, y con una gestión ágil, basada en una coordinación política que de sobra demostró su eficacia. Y de eso hemos de aprender.
Recientemente la prensa gallega publicó unos amplios reportajes sobre el que llamaban “milagro portugués” centrándose en la superioridad de Oporto con respecto a Galicia. Era evidente que quien lo escribía adoptaba una visión “viguesa del tema” encendiendo alarmas sobre el traslado de empresas, sobre la competitividad del aeropuerto, que tanto preocupa en Santiago, y la recuperación de la economía. Siendo eso cierto, también lo es, como otros escribieron después, que esa es solo la parte más visible, la de más éxito, pero que detrás hay un entorno social, salarial y de nivel de vida que para nada es comparable con el nuestro. Vigo teme a Oporto, por el aeropuerto, por el puerto, por la localización empresarial y por las decisiones de Citroën con respecto a Portugal; y Santiago por el turismo y el aeropuerto. Entre Coruña y Oporto ya hay estrategias y complementariedades claras: la alianza portuaria en cruceros, el aprovisionamiento de Inditex, la expansión del mercado de algunas empresas y servicios especializados, y otras. Oporto no debe ser para nosotros un competidor, sino un espacio económico complementario y un referente económico. Como declaraba el alcalde de Oporto hace unos días: “la relación de Porto con A Coruña es cómoda y nos interesa intensificarla”. Sin duda esa comodidad bien dada por la distancia, ya que nuestra situación más al norte nos deja fuera del área de influencia de la metrópoli del Duero, y, dado que ambas ciudades han salido reforzadas de la crisis, y han surgido nuevos ámbitos de cooperación, debemos colaborar. Que la dinámica de otras ciudades gallegas no nos arrastre a nosotros, porque neutras ventajas comparativas y nuestras debilidades son otras.
Nuestra ciudad, aunque de menor tamaño, también tiene puntos fuertes que aportan un notable potencial de competitividad en el mercado global. Lo importante es colaborar y que –dejándose de localismo estériles- cada ciudad sepa aprovechar las oportunidades que se les presenten en función de sus ventajas comparativas. Y eso depende menos de los demás que del acierto de nuestras políticas empresariales y de las estrategias urbanas. Tal vez lo que nos falte sea una visión adecuada de la política urbana, y una escasa ambición de ciudad. Ahora solo falta que ese rango global que La Coruña está adquiriendo, alineándose con Bilbao y Oporto, se complete con un nuevo dimensionamiento demográfico y funcional. Para ello sigue siendo una opción estratégica la alianza entre Coruña y Ferrol para formar esa Mega que cubra el vacío existente en el vértice noroeste de la península ibérica, y que sea un punto de convergencia del eje atlántico con el cantábrico. Ya lo proponía así en 2007 en un estudio, que promovido y publicado por la Diputación, titulé: “A Coruña, una metrópoli euroatlántica”. Y en eso estamos, pero hace falta esa ambición que caracteriza a los grandes políticos y de los cuales hoy la ciudad y Galicia esta tan carente. Probablemente los empresarios sean los que están en mejores condiciones para asumir el protagonismo. Tal vez los políticos del futuro también puedan hacerlo, pero eso está por ver.