Sobre el crítico estado de algunos de los espacios más representativos de la ciudad, que llevan años recibiendo ideas e iniciativas erróneas que no permiten el desarrollo y embellecimiento de Coruña.
Normalmente las ciudades dan pasos adelante, y en eso radica su progreso como ciudad, la mejora de su imagen y del atractivo para los visitantes, y el aumento de la calidad de vida para los ciudadanos. Con todo, siempre hay temas que se enquistan y pasan los años sin que salgan adelante, como es el caso de La Panificadora en Vigo, la casa de la juventud o el palacete del Espiño en Santiago; otros salen pero tan malparados que era mejor que siguieran parados, como la plaza de España de Ferrol, y no faltan los que siguen deteriorándose y ni siquiera se intenta nada, como el caso de Sada en el frente marítimo. Pero en el caso coruñés hay algunos temas que se heredan de un alcalde a otro sin que nada se resuelva. En A Coruña tenemos tantos que pudiéramos pensar que en décadas la ciudad no ha tenido valedores adecuados, aunque en esto caben valoraciones distintas.
Lo primero Alvedro. Se logró la pista, pero se acortó su funcionalidad y no se instalaron los sistemas necesarios para la navegación, dando como resultado el aumento de los desvíos y la huida de las compañías que intentan instalarse aquí, incluidas aquellas de bajo coste que se rechazaron ¿se debió a gestiones ineficaces o a intereses políticos de partido?; el caso es que el futuro -de seguir así- no se ve con optimismo.
Los jardines, antes uno de los emblemas ciudadanos y nuestra muestra floral más representativa ¿se acuerdan de los tulipanes y los gladiolos?, y culturalmente el espacio verde más destacado, se ha sumido en el abandono, la suciedad, la degradación total. Se empezó por paralizar su declaración como Bien de Interés Cultural (lamentable error), se siguió por consentir un botellón cada vez más destructivo, y se terminó por dejar todo a su aire y sustituir la hierba de los parterres por cáscaras. Es una de las vergüenzas de la ciudad.
La tercera es la cárcel. Se pensó un parador de turismo, se pensó un museo nacional de faros, se pensó un centro de interpretación adecuada de la Torre de Hércules, se pensó una factoría cultural y centro cultural de barrio. Suma y sigue.
La cuarta es Riazor. El arenal esta cuidado, pero el entorno sigue sucio, roto e inacabado a pesar de ser otra de nuestros espacios emblemáticos. El jardín de la rotonda es cada vez menos jardín, los muros de borde y los hermosos jarrones sin pintura, el suelo del andén tan gris como un almacén, y el frente de las arcadas cegado. Más aún, en su cercanía quedan báculos de farolas solitarias sin luz y otras muchas desidias, sin contar la pérdida de arbolado y el deterioro de la franja verde interior del paseo hasta el Orzán.
Y dejo para el final un valioso tranvía histórico que a nadie le importa, a pesar de seguir siendo en la red y en los papeles uno de los iconos de la ciudad turística, y que llegó a estar entre los más bellos del mundo. Una mala e injustificada decisión que nadie se atreve a arreglar nos dejó una herencia envenenada a pesar de que, de hacerlo bien, sería rentable.
Tras esta enumeración, una pregunta: ¿conoce usted alguna ciudad con tantos y tan notables pasos atrás? ¿Ha visitado alguna ciudad turística con sus espacios emblemáticos tan descuidados? Piense y verá como le pasa lo que a mí. Tal vez por ese retroceso en los jardines y en los macizos de Riazor y Orzán ya no quedan flores. A lo mejor tenemos que hacer los coruñeses una campaña para poner macetas en los jardines o en La Marina. Está muy bien atender los barrios pero el centro de la ciudad no se puede dejar así. Y que conste que viene de antes, por eso es precisamente más preocupante, porque marca tendencia. Con todo, seguimos teniendo una ciudad muy hermosa y muy bien valorada.