La importancia de evitar los localismos para conseguir trabajar en una Galicia común.
Era inevitable que los localismos entraran en la pasada campaña electoral. Un primer detonante fueron las declaraciones del presidente de la Cámara de Oporto cuando afirmó que el Saa Carneiro era el principal aeropuerto de Galicia. Una frase desacertada que suscitó muchas y comprensibles críticas, y que desató las tensiones localistas latentes. Un segundo acto fue del alcalde vigués: el anuncio anticipado de la supresión del vuelo a Paris como consecuencia de la subvención a un vuelo desde Lavacolla a la capital francesa y otro semanal desde Alvedro. La guerra de los aeropuertos volvió a desatarse. Pero el paroxismo se produjo cuando el director de un medio compostelano reunió a los representantes de la sociedad capitalina más tradicional para pronunciar un manifiesto a favor de un lobby que defienda a su ciudad. Al final se quedó en un ataque continuo a Coruña y en una confusa propuesta de área metropolitana, en la que confunde este concepto con el de área de influencia. Para colmo comparó su “utopía” compostelana con la “utopía de Inditex”, sin darse cuenta que la empresa textil nació desde abajo, crecido por el trabajo y las aportaciones de muchas personas, y tuvo en la innovación su principal motor. Nada que ver con una utopía. No hay que confundir utopía con ambición de superación.
Estoy seguro que seguiremos oyendo cosas como esta, aunque la mayoría de los nuevos alcaldes actuales son sensatos y no necesitan acudir al localismo para cosechar votos, porque saben que serán otras las razones que avalen su gestión. De todos modos cualquier cosa puede pasar, porque en ninguna campaña local he oído tantas las veces la palabra autoestima para reclamar la implicación de los ciudadanos en una determinada candidatura. Y detrás de la autoestima puede estar latente, si no se centra en su justo término, una llamada a ese localismo. Una filosofía que con maestría definió el conferenciante compostelano cuando dijo: “porque todo lo que es bueno para Santiago es bueno para Galicia”. Le traicionó su deseo, porque tan bueno es para nuestra región lo que sea bueno para nuestra bella y querida capital como lo que favorezca a las otras ciudades, a las villas, a los pueblos y a ese medio rural que agoniza porque los últimos gobiernos han abandonado una política de desarrollo local o comarcal que ahora se percibe más necesaria que nunca. Nuestro localismo se llama Galicia y cualquier iniciativa que, independiente de donde surja, redunde en bien de Galicia, entendida como un territorio equilibrado y competitivo, es bueno para todos.