Hace unos días volví a este monumental Monasterio, que llevo visitando regularmente desde hace más de 60 años, y nunca lo vi en el estado de abandono y ruina como el que ahora presenta. Sorprende que se encuentre en tan lamentable situación siendo uno de los mayores y más singulares conjuntos monásticos de Galicia, y más aún porque la gestión actual está en manos de la Xunta a la que se le cedió su uso hace años. Todos los otros grandes monasterios gallegos han sido rehabilitados o al menos restaurados, salvo este, y el de Oia en manos privadas. De hecho, es el único gran monasterio que aparece reiteradamente en las listas rojas de monumentos en riesgo, sea la de Hispania Nostra u otras. Por eso este abandono es incomprensible.
Como consecuencia de este abandono, los techos abovedados están derruidos, la maleza amenaza paredes, paramentos y columnas, y la visión de los claustros desde el exterior está cada vez más limitada por la maleza. Además, el entorno es una muestra de dejadez, con planos y carteles indicativos rotos y sucios, aditamentos inadecuados que allí quedaron, y hasta la casa que alberga el centro de interpretación del Parque Natural del Eume ofrece una imagen de desidia, de suciedad y de abandono, con recubrimientos caídos y otros desaparecidos o robados. Sarcásticamente un letrero de obra dice:” Así se construye Europa”. ¡Pobre Europa ¡Tampoco son menores los elementos del monasterio que, en sucesivas ocasiones, fueron objeto de robo o traslado. Algunos son conocidos: la biblioteca monástica se llevó para el Monasterio de Oseira, salvándola de su destrucción o desaparición; una pila bautismal está en el pazo de Meirás a donde la mandó trasladar Carmen Polo en una de sus visitas; otros objetos siguen en casas particulares. Es la consecuencia de este abandono del patrimonio histórico y cultural.
Y eso que se proyectaron, en diferentes momentos, intervenciones importantes. La primera data de los años sesenta del siglo pasado, cuando se pensó en trasladar la iglesia del monasterio a Coruña para albergar una pretendida sede catedralicia. Para ello se construyó un armazón de hormigón que reproducía fielmente las dimensiones y planta de la iglesia monástica: es la actual iglesia de San Pedro de Mezonzo. Finalmente, ante la crítica de importantes sectores ciudadanos, se desistió de tan desacertado traslado, quedando el monasterio en su sitio y la iglesia nueva como la mayor sede parroquial de la ciudad. Mas recientemente, cuando gobernaba el partido popular de Fraga en la Xunta, se pensó en convertir el monasterio en un parador de turismo asociado al Parque Natural de las Fragas del Eume, tal como entonces se hizo con los paradores de S. Vicente del Pino en Monforte y de San Esteban de Ribas del Sil en la Ribeira Sacra. De ahí vino la cesión del conjunto a la Xunta para que pudiera cometer su transformación, según me contaron vecinos, pero después la llegada al gobierno del bipartito supuso un freno a tal empeño, al que se oponían colectivos vecinales alegando contra la privatización del uso. Alguna restauración se acometió en el claustro central, pero con discutible acierto. Hoy la ruina avanza año a año y la amenaza de deterioro se acentúa.
Es verdad que Monfero está en un lugar muy apartado, por el que no suelen pasar los políticos, pero esto no es obstáculo para que de una vez la Xunta, que es a quien corresponde, acometa su restauración. Es más, ya se está actuando sobre conjuntos menores mientras este sigue como sigue, a pesar de ser el único gran monasterio sin restaurar. Hay que reconocer que Monfero no ha tenido buena suerte, pero hay que sobreponerse al infortunio y a la desidia y promover una acción vecinal o asociativa que reclame ante la Xunta su recuperación. Dada su grandiosidad y originalidad arquitectónica debería haber sido restaurado antes. Es una vergüenza colectiva que estas cosas puedan suceder en Galicia. Por eso es urgente salvar las ruinas del Monasterio de Santa María de Monfero para evitar males mayores, y para que los gallegos, y también los visitantes, podamos contemplar este magnífico conjunto arquitectónico. A lo mejor la solución está en inventarse otro camino de Santiago para ponerlo en el mapa de las inversiones públicas. Es lo único que funciona a estos efectos. Otros inventos de este tipo han tenido buena acogida y están recibiendo fondos. Curiosa paradoja es esta: la ficción se impone a la historia. Pero Monfero no precisa inventar nada porque tiene de suyo peso específico para merecer la atención pública. Hay que defender Monfero.