Sobre el problema de la movilidad y la necesidad de cambios en la misma, para ayudar a crear la ciudad del futuro.
La comparativa de los datos estadísticos de A Coruña con la media de las ciudades europeas de su tamaño nos pone de manifiesto, entre otros factores positivos, tres aspectos negativos:
- Que el mayor déficit corresponde al uso del transporte público del área metropolitana.
- Que la mayor diferencia corresponde al excesivo uso del automóvil en el centro de la ciudad y en los desplazamientos diarios al trabajo desde la periferia al centro.
- Que existe un nivel de contaminación ambiental excesivo derivado de la sobrecarga de tráfico.
Las tres variables están relacionadas entre sí y en el fondo obedecen a lo mismo: la ineficacia del transporte público en el área metropolitana y la política de movilidad en la ciudad conducen a una situación deficitaria ambiental y funcionalmente de la gestión del tráfico.
Ante esta realidad la política de movilidad sigue orientándose a facilitar el acceso en coche a la ciudad y la ampliación de plazas de aparcamiento, casi siempre con un precio excesivo.
Una visión totalmente diferente a la que hoy domina en las ciudades medias europeas, donde se prioriza al peatón, creando islas peatonales en las zonas centrales y se limita el aparcamiento en la calle y se humanizan los espacios urbanos, llenando las ciudades de árboles, jardines, bancos, y demás mobiliario urbano para uso y disfrute de una población urbana cada vez de mayor edad. Las restricciones al automóvil van siempre acompañadas de una mejora en frecuencias, destinos y coste del transporte público, dando preferencia al transporte por ferrocarril, metro o tranvía, para que la racionalización del uso del automóvil no repercuta en la baja frecuentación de los centros y en mantener la accesibilidad para quienes tienen allí su lugar de trabajo.
Y no es necesario alejarnos mucho para ver ciudades donde la aplicación de algunos de estos principios ha dado resultados espléndidos. Miremos a la transformación de las áreas centrales de Vigo; miremos a nuestro centro histórico mejor planificado en Pontevedra; miremos a Santiago, con peores resultados pero con un nivel aceptable; miremos al propio Lugo. Y ya no digo nada si la vista la llevamos a Oviedo, a Bilbao o a San Sebastián.
Es evidente que la ciudad coruñesa necesita un nuevo urbanismo y una nueva gestión de la movilidad para poder construir ese nuevo modelo de ciudad que el futuro reclama. Hoy, nuestra ciudad, que ayer fue una referencia urbana, es probablemente la que presenta una situación más negativa de entre las españolas en la gestión de la movilidad y en el urbanismo de calle. Llegan las elecciones y los partidos deberían aprovechar esta oportunidad para proponer medidas correctoras.