En los dos últimos años la ciudad ha iniciado un cambio radical hacia un modelo que se tilda de sostenible, pero que en realidad no es mas que una sostenibilidad superficial que parte de un urbanismo cosmético, limitado a las peatonalizaciones y carriles bici. Sin embargo, el centro urbano coruñés se está haciendo insostenible para muchos habitantes de la ciudad y para los más de 150.000 coruñeses que vivimos en el área metropolitana. Es ya un tema común de conversación. La mayoría de la población metropolitana está dejando de ir a la ciudad, y con frecuencia lo expresan así “¿a qué vas a ir a La Coruña, si allí todo son barreras y ahora aquí ya hay de todo?”.
El centro de la ciudad amenazado.
El centro de la ciudad se ha convertido en un área inaccesible para los que necesariamente tienen que utilizar el automóvil, que aún son mayoría. Y no es por las peatonalizaciones, que- aunque algunas sean discutibles- en general a todos perecen bien; sino por la forma de abordarlas. ¿A quién se le ocurre iniciar un proceso intensivo de peatonalización sin facilitar antes alternativas viables de accesibilidad? El autobús metropolitano no basta. Seguimos con aparcamientos subterráneos caros, con plazas reducidas y sin ascensores para subir. Y eso en una sociedad que envejece- es una de las poblaciones urbanas más viejas de España- donde unos se empobrecen y que otros apuestan por un estilo de vida menos urbano y más natural, es una firma de defunción para el centro de la ciudad. Pronto lo será también para la llegada de visitantes, ya que incomprensiblemente a las dificultades de la mala señalización y de las barreras a la movilidad se añade la carencia de un bus turístico y de esos pequeños trenecillos que recorren las áreas centrales. Por este camino la ciudad perderá potenciales compradores y visitantes.
De hecho, creo no equivocarme si digo que mentalmente ya existe una barrera psicológica que frena la entrada de los posibles compradores y usuarios de servicios personales al centro de la ciudad, y que esta marcada por Cuatro Caminos (El Corte Inglés)- Plaza de Lugo (Inditex, mercado y parquin)- y Marineda. Más allá de esa línea imaginaria, las calles comerciales de zonas donde la población residente desciende y a donde los compradores de fuera no llegan, tienden a vaciarse o a perder rango comercial. Es el caso de la calle Real, de San Nicolás, de sus transversales, y de algunos tramos de San Andrés. Y no es solo porque la zona comercial se haya desplazado a otro lugar, sino porque los comercios especializados y tradicionales que resisten tienen cada vez más dificultades. de hecho, toda la zona, incluida La Marina y Riego de Agua, a partir de las ocho de la tarde quedan vacías. Y si no pasa gente, ni vive gente, el comercio desaparece o disminuye. Un buen ejemplo es lo que está ocurriendo en el centro histórico de Santiago, donde solo viven alrededor de 6000 personas, y donde el turismo y sus efectos derivados-no todos deseables- son el único motor de actividad. Pero nuestro centro no es turísticamente el de la capital gallega.
Un diagnóstico anticipativo.
Hay también una amplia bibliografía que recoge las experiencias de aquellas ciudades que decidieron peatonalizar totalmente sus centros urbanos. ¿Qué pasó en ellas? Una suma de efectos en cadena: cierre de comercios, vaciado residencial, mas cierre de negocios, turistización, y como efecto de acompañamiento: inseguridad, conflictividad y marginación. Y eso es precisamente lo que empieza a pasar en el centro histórico de La Coruña, es decir Ciudad Vieja y Pescadería. Y llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿ Es esta situación la que corresponde a una ciudad sostenible como dice la propaganda municipal?
El concepto de sostenibilidad no tiene un contenido exclusivamente medioambiental, sino que tiene también connotaciones de sostenibilidad social y económica. Y de nada nos sirve un urbanismo sostenible medioambientalmente si el resultado es una ciudad socialmente, económicamente, y habitacionalmente insostenible. Sobran ejemplos en ciudades americanas y europeas de que estas cosas ocurren cuando las políticas urbanas carecen de estudios a medio y largo plazo y de una visión integral de cómo es el funcionamiento de la ciudad. La guerra al coche es un absurdo, porque una cosa es reducir su presencia en el espacio público y otra es planteárselo como una política de tolerancia cero. Más aún porque con los vehículos eléctricos, el efecto contaminante se vera prácticamente eliminado, pero también porque estos cambios han de hacerse de manera gradual, examinando las consecuencias que cada paso dado va a tener en el tejido urbano. El no hacerlo así es condenar el centro de las ciudades a su marginación. La frase que antes comenté:” ya no voy a Coruña porque todos son obstáculos” no deja de ser representativa de que algo no se está haciendo bien, especialmente para los negocios del centro de la ciudad.
Un urbanismo adaptativo y no solo imitativo.
Pensar la ciudad es mirar a largo plazo y no limitarse a reproducir las recetas de moda de manera imitativa, porque cada ciudad es una realidad diferente y por eso requiere una solución propia, un moldeo adaptativo, pero no imitativo. La Coruña no es Pontevedra, como a veces parece deducirse de las preferencias d ellos políticos locales. El centro histórico coruñés es un apéndice final en un estrecho istmo con una red viaria densa y estrecha en el interior. Solo las avenidas periféricas (Cantones-Marina y Paseo Marítimo) ofrecen posibilidades de funcionar como vías de acceso y canales de redistribución de tráfico. Si esas se taponan o se obturan, el resto del tejido urbano también se obtura. Y entonces el sector de la ciudad afectado se desactiva y se convierte en un espacio insostenible para la actividad urbana, Y una ciudad sin vida es una ciudad muerta. Lo contrario a la sostenibilidad y la diversidad funcional. Siempre hay que buscar un punto de equilibrio en el que todos los intereses puedan convivir. Perro en la política urbanística actual solo se tiene en cuenta, de manera obsesiva y simplista una cosa: hay que eliminar el coche del centro. La Coruña está siendo mal conducida y los síntomas empiezan a ser visibles.
La clave no está en prohibir le coche, sino en promover alternativas viables y realistas : aparcamientos subterráneos baratos y accesibles, aparcamientos exprés en superficie en las zonas comerciales y culturales, crear el consorcio metropolitano de transporte y sobre todo utilizar la red viaria existente en el área metropolitana para un sistema de metro en superficie. Y lo más viable de todo: consensuar la utilización de los muelles para establecer fórmulas alternativas de acceso a la ciudad, principalmente para resolver le nodo de la plaza de Ourense y empezar las obras de la prolongación del túnel de O Parrote hasta ese punto. Ya podrían estar en marcha de no ser por la confrontación política que está paralizando el proyecto del puerto. Hace falta dejar de mirar con luces de situación, y como mucho con luces cortas, y poner las luces largas. Pero para eso hace falta inteligencia urbana y creatividad social.
Epilogo: por un ecosistema urbano sostenible e inteligente.
Hablamos de ciudades inteligentes, pero normalmente nos referimos a la aplicación de las nuevas tecnologías a la gestión de los servicios urbanos, pero eso, con ser muy importante, no es suficiente, porque la inteligencia humana sigue siendo la más necesaria para sabre adoptar los recursos a las necesidades de cada ecosistema urbano, para buscar el punto de equilibrio, que siempre es único y diferente. Es en esa adaptabilidad donde la inteligencia resulta imprescindible, porque de lo contrario se termina preso de un proceso imitativo, casi siempre carente de creatividad, y que termina en situaciones involutivas. Y eso, de alguna manera, es lo que parece está ocurriendo en La Coruña, como en otras ciudades imitativas. Porque cuando una determinada línea de acción genera un desequilibrio dentro de se ecosistema- como es el caso del vaciado y la obturación del centro- la situación que se genera afecta negativamente a la sostenibilidad del propio ecosistema urbano. Y esto es lo que puede ocurrir en La Coruña.