El adoquín de María Pita

Breve lección de historia de la ciudad en tiempos de María Pita.

“Contra Armada, la mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra”, es el título de la última publicación del profesor e historiador coruñés Luís Gorrochategui. Una obra monumental, resultado de diez largos años de investigación, que arroja mucha luz sobre un episodio capital de la historia de dos países enfrentados: España e Inglaterra.

 

Primavera de 1589. Hay que imaginarse el aguerrido Plymouth atestado de navíos ultimando los preparativos de la expedición punitiva contra la Monarquía Hispánica, en tanto los supervivientes de la Armada Invencible del Rey Felipe buscaban el abrigo de los puertos del norte peninsular. La Contra Armada al mando de Francis Drake para la cosa de la mar y John Norris al cargo de las tropas de desembarco debía mostrar un aspecto magnífico. Eran nada menos que 180 barcos y 27.667 hombres. La flota mandada armar por Isabel I de Inglaterra era incluso nominalmente superior a las cifras más optimistas barajadas para la Invencible (137 barcos, 25.696 hombres). El plan era muy claro, atacar inmediatamente la ciudad de Santander, donde se hallaba de resguardo buena parte de la Armada española en retirada y a partir de ese triunfo, descender hacia Lisboa para hurtar la Corona de Portugal a Felipe II, poniendo en su lugar a Don Antonio, prior de Crato, pretendiente espúreo a la Corona portuguesa ahora detentada por el Rey Prudente.Dominar Portugal, significaría hacerse con el imperio Luso, poner pie en las Azores, inquietando gravemente la carrera de Indias y, finalmente, iniciar el camino de la usurpación de América. La ocasión era la mejor de las imaginables para la Reina Virgen, suponiendo una Armada española postrada y un ejército desmoralizado por el desastre de la invencible.

 

No obstante, las cosas no sucedieron como estaban previstas. Un cúmulo de errores y malas decisiones, llevaron a la Contra Armada a un desastre monumental a menudo ignorado o pasado de puntillas por la historiografía inglesa. La primera de ellas fue el empeño de Norris y Drake de atacar La Coruña y no Santander como su reina les había ordenado. Su deseo de tomar por las armas una ciudad rica y desguarnecida para obtener un rápido botín pesó mucho en el ánimo de aquellos capitanes con alma de pirata, sostenidos en gran parte, como era frecuente en las expediciones inglesas, por capital privado. El resto de la historia ya la conocen, encontraron una ciudad casi desguarnecida, con tan solo 5 barcos, procedentes de la dispersión de la Armada, tratando de reparar su lamentable estado en medio de la rada coruñesa. No contaban los ingleses con la resistencia organizada eficaz, aunque parsimoniosamente, por el Marqués de Cerralbo. Lograron incendiar y quemar la Pescadería, pero frente a las murallas viejas se dieron de bruces con una inopinada resistencia. Se dice que en el peor momento de la batalla, María Pita tomó un sillar procedente de las casas de la ciudad vieja desmontadas por las mujeres coruñesas y lo arrojó desde siete metros de altura sobre el primer inglés provisto de manta y armadura que se le venía por la escala de asalto. Aquella primera confusión fue decisiva, pocos días después, la orgullosa Contra Armada embarcaba con desolación para volver a fracasar ante Lisboa. Las bajas causadas, la consternación por tan inesperada derrota y la peste declarada en la flota debieron pesar tanto en el ánimo de los ingleses que no volvieron a levantar cabeza. De modo que, aquel adoquín oportunamente arrojado, tuvo mucho que ver en la salvación del imperio español.