Sobre los planes y proyectos futuros que están previstos que de desarrollen en Coruña, a pesar de las dificultades, y que le deben servir para convertirse en una metrópoli europea.
A Coruña tiene sobre la mesa cuatro grandes retos de futuro para dar el paso de una ciudad regional a una metrópoli europea: la movilidad metropolitana, la gobernabilidad metropolitana, el diseño de la nueva fachada marítima y la constitución de una región metropolitana entre Coruña y Ferrol empezando por la integración de las autoridades portuarias.
En la gestión de la movilidad el modelo de la Xunta del transporte metropolitano se opone a la creación de un Consorcio de Transporte Metropolitano, incluyendo el ferrocarril de cercanías. Sería un gran paso para ensayar el posterior gobierno metropolitano. En la gestión del área metropolitana el alcalde defiende un gobierno basado en un informe administrativo que excluye ya desde un principio otras opciones existentes. Una fórmula que no siempre ha dado los resultados esperados. De momento no ha pasado de ser una propuesta de la Marea sin la aprobación del resto de los grupos políticos. Esto dificulta su aceptación por otros gobiernos municipales, que ven inviable dar su aprobación cuando la propia ciudad no lo hizo. Es más, como la decisión final dependerá de la Xunta sería lógico empezar por negociar un acuerdo de mínimos. Como no lo hay, la cuestión metropolitana pasará al siguiente gobierno que salga de las urnas.
Fuente fotografía: EntreNós.
Lo mismo ocurre con el puerto. Hay un rechazo general al convenio de venta de suelo para financiar el puerto exterior, pero la Xunta ha comprado la parte más cercana al centro para asegurar su uso público. Esto tampoco convence a los demás partidos, ni a muchas asociaciones y colectivos, ni a la mayoría de los expertos, para quienes el ministerio debe asumir la parte de la deuda y liberar el futuro portuario de la presión actual. La cantidad no es excesiva si se compara con inversiones anunciadas por el ministro para otras operaciones de renovación urbana. Pero incluso si esto se lograra, tampoco habría acuerdo. Unos defienden el uso público de la totalidad y otros pensamos que es necesario enajenar una parte para obtener los fondos necesarios para acometer el gran proyecto que una actuación de tal envergadura exige, y que, por su trascendencia, debería pasar de un debate casero a un gran concurso internacional, que además posicionaría a la ciudad entre los grandes proyectos urbanos.
Todo esto exige mirar más allá del presente y sustituir el debate político cortoplacista por una visión de futuro ambiciosa, que genere ilusión colectiva y por un acuerdo de base entre los negociadores implicados. Pero precisamente esto es de lo que falta en la ciudad: espíritu de negociación, capacidad de negociación, y liderazgo negociador. Sin estas bases nunca habrá consenso, y sin consenso no habrá proyecto. Reto grande y difícil, pero la ciudad merece que, en lugar de ser moneda de cambio electoral, tenga un verdadero proyecto de ciudad que ilusione a los ciudadanos de hoy y abra nuevos horizontes a los de mañana.