Sobre la importancia de las mejoras que deben de hacerse en materia turística para que la ciudad salga reforzada, ahora que poco a poco consigue ser uno de los principales destinos del Norte español.
Hemos llegado al fin de la temporada alta, aunque septiembre se anuncie pródigo en escalas de cruceros y seguramente en nuevos visitantes. Es un buen momento para comentar los temas que deben ser mejorados para ofrecer una presentación de la ciudad más cuidada, más atractiva, más bella. Son temas de los que llevamos todo el año hablando, pero desde esta perspectiva adquieren un significado propio. Si queremos que la próxima temporada la ciudad se vea mejor es ahora cuando debemos ponernos a programar las tareas necesarias. Además, ahora tenemos visitantes todo el año y esto nos obliga a cuidar la ciudad con esmero, prinip0almente las zonas más visitadas y que son las que conforman nuestra imagen de marca.
Desde una perspectiva retrospectiva, hay que referirse inevitablemente a la percepción por los visitantes. Todos hemos tenido la misma experiencia: escuchar opiniones que resaltan los atractivos múltiples de la ciudad y sus enormes posibilidades de promoción turística: “tenéis una ciudad preciosa”, “para mi es la más bonita de Galicia”, “a vosotros no os hace falta un Guggenheim porque esta ciudad se vende sola”, y otras expresiones semejantes recibidas de conocidos y visitantes. Pero, por otro lado, no faltaron las quejas por lo descuidada que la encontraron. Los que repiten su veraneo entre nosotros dicen que nunca la habían visto tan mal. Unos lo achacan a la crisis, pero la mayoría a la falta de una gestión municipal adecuada. El centro de la ciudad, que es por donde los visitantes se mueven, desde hace tiempo está sucio, porque el tema no es solo achacable al actual equipo de gobierno. Estos fueron los comentarios: las aceras oscurecidas de la mugre acumulada, algunas paredes y las calles al más puro estilo Bronx en pequeñito, los jardines muy mal cuidados, desde la Rosaleda (ahora por fin en obras) hasta los parterres de la nueva Marina, epicentro del turismo coruñés. La basura se sigue acumulando en las calles donde la gastronomía es el principal reclamo, que cada vez son más, y hasta las nuevas glorietas frente al Teatro Colón siguen como se dejaron de obra.
Otro tema. En la torre de hércules cientos de autocaravanas ocupan el espacio para el aparcamiento de los automóviles. Los visitantes desconcertados no saben a dónde ir. Sabemos que hay un parque de autocaravanas en el Portiño, pero no funciona porque la inseguridad provocada por los continuos robos, y los ruidos del after hours lo sitúan como un espacio desaconsejado entre los usuarios. He conocido personas que llegaron a la ciudad en autocaravana para pasar una semana y tuvieron que irse por no encontrar un sitio adecuado. Eran de buena posición económica y un turismo culto, es decir de calidad. Sin embargo ni el plan de turismo hace mención de un segmento que en si es mucho más rentable de lo que parece. Ahora hay un espacio privado para esto vehículos pero sería necesario otro público más amplio y equipado.
Tampoco se puso en marcha el ansiado bus turístico, ni un pequeño tren como en todas las ciudades funciona, y en la mayoría de los pueblos turísticos también, para visitar el centro histórico. Tampoco se hizo nada por recuperar la alternativa que ya teníamos: el tranvía histórico. Tenemos los vehículos restaurados, tenemos un amplio tramo de vía utilizable, no es difícil prolongar un carril gasta el elevador del monte de San Pedro, ni tampoco hasta la Marina. Es pena que no se aproveche una opción como esta que llegó a situarse en las redes sociales dentro del ten top de tranvías turísticos del mundo. Una mejora de la gestión por parte de la compañía de tranvías o de otra concesión no es difícil para hacerlo rentable. Solo falta voluntad. Menos mal que tenemos el precioso barco que recorre la bahía. Otras ofertas marítimas serían deseables, pero al menos ya tenemos una.
El tema de los vuelos merece otro comentario más amplio. Solo un apunte: la política agresiva del aeropuerto vigués ha dado como resultado que en julio y agosto Vigo sobrepasara las pernoctaciones por encima de las nuestras, cosa que nunca había ocurrido, y que el porcentaje de visitantes extranjeros siguiera el mismo crecimiento. Y que conste que no estoy de acuerdo con la estrategia del alcalde vigués, pero lo cito como una constatación reciente de la importancia que tiene los vuelos en la atracción de turistas internacionales. Aquí el concejal se muestra satisfecho y da la impresión que en el fondo no le interesa demasiado potenciar Alvedro. De hecho acaba de informar que su idea es asociar la ciudad a Lavacolla y al Camino de Santiago, grave error, porque aunque hay que sacar partido a ser la cabeza histórica del Camino Inglés, y de los enlaces internacionales del aeropuerto compostelano, también hay que promover enlaces internacionales directos. Por otro camino lo único que conseguiremos es convertirnos en un destino complementario de Santiago, un destino estupendo para una excursión de un día, sumando estancias, pernoctaciones y gasto en la ciudad de origen. La Coruña tiene que poner su nombre en las pantallas de los aeropuertos, y desarrollar su propio producto como algo diferenciado y no convertirse en un destino subordinado. Yo no voy a entrar en el debate aeroportuario, pero si quiero resaltar que cuantos más enlaces haya más visitantes internacionales llegan, aunque el plan de turismo, tan mediatizado por la política, no considere ese factor tan importante. Es un tema a repensar. Y que la oposición tome nota.
Tampoco el tráfico, la señalización y la explicación de los lugares de interés han mejorado, al contrario ha empeorado con la pésima solución dada inicialmente al túnel de la Marina y que sigue sin resolverse. Basta con ponerse en el lugar de un visitante que llegue a la Marina y quiera seguir el paseo marítimo para ir a la Torre, a la playa de Riazor a los museos científicos, o al monte de San Pedro, que son los lugares más visitados de la ciudad, junto con la plaza de María Pita, y le digan: “de la vuelta y regrese por Marcial del Adalid para retomar el túnel” con una visión de pueblo. Sabemos que la salida del túnel fue uno de los peores proyectos urbanísticos de la ciudad pero sea como sea hay que aportar soluciones prácticas.
También La Marina, nuestro espacio urbano más emblemático, nuestra postal turística sigue con el verde abandonado, muchos árboles secos, el mobiliario roto, la iluminación mejorable, las farolas oxidadas, y la utilización lúdica del espacio con un enfoque pueblerino.
En fin, todo esto es una mala tarjeta de presentación para una ciudad de la cual los coruñeses nos sentimos orgullosos, y muchos gallegos también. Una ciudad con muy buena reputación pero que no está bien aprovechada, ni tampoco el plan de turismo está muy acertado en sus propuestas, con demasiadas ideas preconcebidas y tópicos. Claro que al menos se hizo, y eso también es encomiable.
Ahora que se apuesta por la calidad y la buen convivencia de los visitantes y los ciudadanos, por el incremento de los viajeros y la limitación del turismo de masas, por la diferenciación de la oferta, por la excelencia del entorno, y por todo lo que durante años fue el santo y seña de la Coruña como ciudad de verano, es el momento para recuperarlo. Este gobierno parece que anda por otros derroteros, y la oposición actual también, pero tal vez la valoración de una reciente encuesta como la cuarta ciudad peor gestionada de España, le haga cambiar su visión. Yo ya lo había dicho antes: “somos, desde hace tiempo, la ciudad peor cuidada del Norte de España”. Los datos me dieron la razón. Lo importante es rectificar porque la ciudad se merece otra cosa.
Podemos ser uno de los primeros destinos de turismo urbano de España, solo de nosotros depende conseguirlo. Ese debería ser el horizonte.