Hace unos días un periódico nacional publicaba un homenaje a don Amancio con motivo de su cumpleaños. En él salían dos ciudades, Córdoba y Compostela; pero el topónimo Coruña o su gentilicio no eran citados ni una sola vez. El hecho es, en sí, sorprendente; pero se convierte en una clara anomalía cuando se comprueba que sucede así en casi todas las informaciones que salen sobre el grupo Inditex, en las cuales no solo Coruña brilla por su ausencia, sino que la mayoría de dichas informaciones son redactadas desde otras ciudades de España y de Galicia.
En los medios de comunicación los casos de éxito de las empresas coruñesas, que son los más numerosos y llamativos de toda la comunidad, aparecen siempre relacionados con Galicia, ocultándose el gentilicio o la apelación a Coruña; pero lo curioso del caso es que cuando lo que se refieren son sucesos o noticias negativas sí aparece la referencia a la ciudad. Es un caso muy distinto a lo que sucede, por ejemplo, con Bilbao o San Sebastián, donde la apelación a lo bilbaíno o donostiarra siempre acompaña cualquier noticia o personaje de éxito. Y lo mismo se podría decir de otras ciudades gallegas, orgullosas de su identidad, y que están en la mente de todos.
Se podrían poner muchos ejemplos, y todos llevarían al mismo problema: Coruña tiene un enorme problema de visibilidad, o de falta de visibilidad habría que apostillar. En contra de lo que piensan la mayoría de los ártabros, fuera de Galicia casi nadie vincula Inditex o Estrella Galicia con Coruña. Y me atrevería a decir que en el 100% de los casos nadie conoce que Coruña ciudad (no municipio, que es otra cosa) tiene el casco urbano más poblado de Galicia, o que el municipio herculino y los 15 que forman su comarca tenían empadronados hace un año a casi medio millón de personas. Y digo 15 porque, hoy en día, pensar que el área metropolitana coruñesa se acaba en Arteixo es absurdo, porque lo que se acaba en Arteixo es el casco urbano mismo.
Deportivamente Coruña es un caso excéntrico: despliega un sinfín de patrocinios que, increíblemente, riegan de millones a clubes que son especialmente rivales de los de la propia ciudad: un caso único en Europa. Entre la paupérrima situación deportiva y esta generosidad con lo ajeno, al final la capital ártabra, pese a tener dinero a mares, pasa desapercibida en el panorama deportivo. Y similar apreciación se podría decir en lo político, hasta el punto de que me atrevo afirmar que la coruñesa es la comarca de España con menos altos cargos de responsabilidad política por número de habitantes. A nivel provincial no hay más que abrir los periódicos y observar que la aplastante mayoría de los dirigentes políticos (y repito: “aplastante”) son del sur del Tambre. El lacerante anonimato político está ahí, el mapa de inversiones da fe de ello y los ciudadanos somos las víctimas. Vean el tercermundismo ferroviario o aeroportuario que sufrimos, por no hablar de los descomunales atascos o de la N550: más una gymkana que una “carretera nacional”.
Turísticamente la ciudad ha desaparecido. Y lo ha hecho teniendo las Rías Altas uno de los entornos naturales y patrimoniales más privilegiados del estado; con un paisaje absolutamente envidiable y con un clima que, para mi gusto, es el mejor de la península; o en todo caso uno de los mejores. Lo increíble del caso es que si la costa ártabra y su marca natural (Artabria) lo tienen todo para ser un destino turístico de primerísimo nivel en Europa, la realidad es que esta comarca espectacular está literalmente fuera del mapa de destinos. Culpa mayoritaria la tienen los políticos (que menosprecian lo propio y admiran lo ajeno) y sus propios habitantes, incapaces de sacar partido, o incluso de presumir, de semejante regalo de la naturaleza.
Es así que Coruña, localidad más poblada de Galicia, cabeza de una comarca de casi medio millón de personas, privilegiada reserva de la biosfera con un clima y patrimonio envidiables, urbe con algunos de los empresarios más ricos del mundo, sede de la quinta agencia tributaria por recaudación (de entre las 56 que tiene el estado), al final no solo carece de impacto mediático, sino que sus virtudes pasan inadvertidas, mientras que sus defectos se exponen sin disimulo. Lo que estoy diciendo es que más allá del mapa del tiempo Coruña no sale en la foto. Y es más; me atrevería a afirmar (y de hecho lo hago) que una mayoría de españoles o no saben ubicarla en el mapa o ni siquiera tienen claro si es una zona industrial, un barrio de Compostela o una ciudad. Sí, estimados lectores: eso mismo que han leído es lo que acabo de escribir.
Y ante esa invisibilidad la pregunta que cabría hacerse es si hablar de “ciudad” y de “invisibilidad” no es una contradictio in terminis. En otras palabras, ¿una urbe, por muchos habitantes, empresarios y dinero que atesore, puede considerarse ciudad si no sale en la foto? Los coruñeses, y especialmente su élite política deberían planteárselo. Yo, aunque me la voy a guardar, tengo muy clara la respuesta.