Hace un año publiqué en una revista científica de alta valoración académica un trabajo de investigación sobre la resiliencia de las ciudades españolas en la etapa de crisis 2007-2014. La hipótesis de partida era comprobar empíricamente la importancia que había tenido el sector privado y el público en el reposicionamiento de las ciudades en el periodo postcrisis. El resultado demostró que las ciudades más resilientes fueron aquellas donde el tejido económico-empresarial era más robusto. Por esa razón, La Coruña y su área metropolitana, y también en posiciones diferentes Vigo, ocupaba un lugar preeminente entre las ciudades españolas, gracias naturalmente el efecto Inditex. Todos sabemos de la influencia transversal que la primera empresa española con sede en La Coruña-Arteixo tiene en el desarrollo económico y urbano de nuestra ciudad.
Ahora que estamos ante una crisis de impredecibles consecuencias, las decisiones que la empresa de Amancio Ortega, ejemplarmente pilotada por Pablo Isla, acaba de anunciar nos aportan una buena dosis de tranquilidad y estabilidad. Aparte del valor ejemplarizante de sus conductas, extensible a la cúpula directiva que redujeron los ingresos personales a favor de los afectados, es una garantía para mantener la capacidad adquisitiva y el nivel de empleo de sus trabajadores, cuyo comportamiento económico ayudará, probablemente, a que la demanda interna se mantenga y la recuperación económica metropolitana sea mucho más rápida que en otras ciudades donde la situación es cada vez más incierta. A los trabajadores les aporta confianza y seguridad ante el futuro, y al resto del tejido productivo les abre una puerta de esperanza ante el futuro. Un futuro que posiblemente será distinto.
Muchos pensamos que esta situación de “guerra vírica” conducirá a una nueva visión de la realidad. La aparente fortaleza de la globalización se hace frágil de golpe, la calidad de vida en ascenso volverá a tiempos pasados, y las garantías del Estado seguramente no podrán ser las mismas. Tampoco deberían serlo nuestras conductas relacionadas con el consumo, a favor de actitudes más responsables con el medioambiente, con los recursos no renovables, con el consumismo exacerbado, con la superficialidad y la banalidad de una sociedad tan alegre como confiada, volviendo la mirada hacia las necesidades de los demás, más que la éxito personal, a la imagen externa y a los signos de poder.
Una situación que recuerda mucho a la de aquellos “locos años veinte” cuya felicidad aparente truncó la crisis previa a la segunda guerra mundial. Después la solidaridad social y la responsabilidad colectiva ocuparon el vacío de valores de unas sociedades individualistas, egoístas y consumistas en exceso. A lo mejor las cosas no suceden así, y volvemos a donde lo dejamos, aunque más empobrecidos. El tiempo lo dirá.
Lo que no cabe duda es que la ejemplar conducta de Inditex, de Amancio Ortega y Pablo Isla en particular, y la de otros ejemplares empresarios que siempre han huido del protagonismo personalista, de la ostentación, de la apariencia, del contagio mediático y de todos esos males de la sociedad, constituyen la mejor garantía para que A Coruña y Galicia en general vuelvan a destacar por su capacidad de recuperación, por su resiliencia.