Sobre la relevancia de importantes personas en la cultura de nuestra comunidad y, el cambio a peor en la actualidad.
No hace mucho, dejando vagar la vista sin prisa a lo largo del enorme monumento que Francisco Asorey realizó en los jardines coruñeses en honor de nuestro Curros, recordé haber visto en algún lugar, tal vez en mi editorial de siempre, una vieja foto en la que se retrataba de espaldas al autor en el acto de firmar su obra, era una foto magnífica, tanto como el monumento, y evocadora además de un tiempo en el que el arte gallego buscaba, y solía encontrar, un lenguaje propio. Pensé entonces qué lejos nos encontramos ahora de aquel bullente panorama intelectual de la generación NÓS, de la fuerza creativa de Os Novos, del entusiasmo, en fin, del laboratorio de formas de Sargadelos, cuando Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane trabajaban generosamente, codo con codo, proponiendo ideas artísticas tan hermosas como innovadoras.
Había entonces intelectualidad en Galicia. Gente que permanecía al cabo de las cosas, de todas, tanto de las vanguardias que proliferaban una tras otra en Europa, como, y a la vez, en la lucha por dotar de estilo y coherencia lo propio, dominado hasta entonces por un general “enxebrismo” de escaso interés. Así, en algunas de las cartas enviadas por Vicente Risco al poeta Manuel Antonio se observa casi con sorpresa, si no supiéramos de quien se trataba, el profundo conocimiento que poseía el intelectual ourensano de las últimas teorías y movimientos artísticos y culturales europeos. De ellas se desprende que en los primeros años veinte Don Vicente se hacía enviar periódicamente revistas tan raras y especializadas como las parisinas Literatture, órgano de expresión del arte negro, Nord-Sud, su homóloga cubista o Dadá 391. Recibía también Ars Nova de Roma y Grecia de Madrid, además de centenares de libros publicados en francés e italiano sobre estos asuntos, léase Unanimismo, Cubismo, Creacionismo, Neo-imaginismo, Ultraismo, Futurismo o Dadaismo. De hecho sus comentarios y opiniones sobre las vanguardias, muchos de ellos publicados en forma de artículo en las revistas Grecia y A Nosa Terra, resultaban ser tan eruditos como chuscos. Por ejemplo, en una de sus citadas cartas a Manuel Antonio, Risco se despacha a gusto con el Dadá: “Dadaísmo: é unha humorada, unha coña inventada por Francis Picabbía (sic) e Tristán Tzara. Non se propoñen nada, fan cousas sen pés nin cabeza, e divírtense d’ise xeito…Eu penso si se queren coñear dos cubistas, futuristas, etc…Antr’eles y-os cubistas odíanse a morte”.
Pese a que los miembros de NÓS, algunos de ellos artistas en activo como el mismo Castelao, estaban, como vemos, muy al cabo de lo que ocurría en el mundo cultural europeo, lo cierto es que excepto en contadas ocasiones, el galeguismo artístico jamás predicó la ruptura con la gramática figurativa, proponiendo soluciones plásticas formalmente conservadoras. Tanto es así, que el mismo Castelao afirmaba sin ambages en su diario de 1921: “Os cadros cubistas de Picasso son para volver tolo a calquera americano do sul; pero unha persoa ben organizada espiritualmente e cunha tradición pesando enriba da súa raza, non pode tomalos en serio anque vexa que isa clás de pintura non sexa enteiramente inútil (…) Con todo eu coido que Picasso ten un enorme talento, un talento de comerciante catalán (…) Eu non dubido do Arte de Picasso; o que pasa é que non o podo considerar como pintor, Picasso é un intelixente.”
Luego vinieron Maside, Camilo Díaz, Colmeiro, Huici, Seoane, Granell, Maruja Mallo, Souto, Rivas, Urbano Lugrís o Laxeiro a darle o quitarle razones, pero contribuyendo, cada uno desde su propuesta, a dotar al país de una verdadera vertebración cultural, la misma que, con el mayor de los respetos para los vivos, tanto echamos de menos si entramos a comparar el entonces con el ahora. Queridos amigos, ahora sólo nos queda el Gaiás, que el buen Dios nos asista.