Lo primero: hay un coruñesismo bueno y otro que no lo es tanto. El primero se refiere a la autoestima y al orgullo que los coruñeses sentimos por nuestra ciudad. Es una actitud positiva motivadora e incentivada de participación activa en las cosas o asuntos de la ciudad que nos competen. El segundo es cuando el amor a la ciudad ciega la visión de la realidad, y creemos que todo lo bueno está aquí, que ninguna otra ciudad es como la nuestra, que todo está bien y que, por eso, no hay que hacer crítica alguna. Una actitud que excluye a las demás ciudades de sus legítimos derechos, de manera que cualquier logro se considere un agravio. Para quien así piensa todo tendría que hacerse en La Coruña. Una anécdota. El otro día una señora curtida por los años hablaba de que había ido a Santiago y que “el pueblo estaba muy bonito”. Y ante una réplica añadió: ¡qué va, es un pueblo, la ciudad es Coruña!” Nosotros, y yo mismo, siempre nos hemos situado en la primera, o al menos lo hemos intentado.
Sin embargo, en los últimos años sentimos una desafección porque nos parece percibir una cierta desatención por las cosas de la ciudad, tanto de los políticos de fuera, como de algunos medios de comunicación que parecen estar siempre más dispuesto a elogiar y resaltar lo ajeno que valorar lo propio. En algún caso se ha llegado al extremo de que cuando alguna noticia es de la Coruña (buena noticia se entiende) se atribuye a su condición de gallega, pero lo que se hace en otras ciudades es de cada ciudad. Es como si quisieran ocultar la condición de coruñeses. No voy a dar nombes pero todos los pueden identificar pefectamente.
Desde hace unos años también observamos con tristeza que las inversiones públicas pasan de largo por la ciudad, y que en la comparativa adecuada y no celosa con lo que se invierte en otras ciudades, a nosotros nos toca una parte ridícula, y no es por que no tengamos carencias, que las tenemos y muchas. Ni por que no paguemos, que somos los que más aportamos. Somos el área metropolitana con mayores déficits de infraestructuras y con mayores problemas de movilidad y puntos negros, pero ni con esas nos hacen caso. Tampoco tenemos suerte en las políticas promocionales y culturales de la Xunta de Galicia, y seguimos teniendo interesantes fondos artísticos o históricos almacenados en nuestros museos u otros contenedores culturales. Tampoco nuestras infraestructuras y organismos culturales reciben los apoyos que merecen, ni del Ministerio de Cultura ni de la Xunta, como ejemplo la ópera y la sinfónica. Y con esas nos toca remar hacia delante. Y remamos.
Bien es cierto que contamos con enormes fortalezas en el ámbito económico, pero también social y cultural. De hecho en todo el ranking urbano nuestra ciudad aparece como la primera de Galicia, en política social, cultural, ambiental, e incluso en sanidad y en rentabilidad turística y estancia de los visitantes, y parece que pronto también volveremos a ser referentes en proyectos urbanos. En urbanismo no digo nada porque hemos cometido un gran desatino: disponíamos de un gran proyecto urbanístico que redactó con cariño, dedicación y atención uno de los más reputados urbanistas españoles y europeos, Joan Busquets, y lo hemos cercenado, olvidado o arrinconado. De vez en cuando asoman ideas que parecen nuevas pero que no lo son porque ya estaban en las contenidas, aunque fuera con otro nombre. El caso más lamentable fue aquel documento titulado Coruña Futura que, sin aportar nada nuevo, costó a la ciudad cerca de un millón de euros. En la Koru somos así.
Todo esto viene a cuento porque hace unos días enseñaba la ciudad a un visitante entendido y le comentaba cosas tan comunes para nosotros como los kilómetros de carril bici, los metros cuadrados de espacios verdes en el área metropolitana, los autobuses a metano obtenido de nuestros desechos como la tierra vegetal de los jardines del área. Cuando pasamos por los doce polígonos empresariales que hay en la comarca hablamos de Inditex (la principal empresa española), de nuestra prevalencia en la industria tic (somos el cuarto polo español), de la ciudad de las Tics, de la Estrella de Galicia, de las empresas locales que lideran su segmento de mercado. También hablábamos del patrimonio musical, de las redes de museos, de la calidad de la sanidad (el primero de Galicia en el ranking), y al final del turismo y los cruceros. Paseamos por una periferia metropolitana que ha sido declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO, caso único en el mundo; contemplamos los paisajes litorales y del interior, y saboreamos nuestros productos de siempre que salen de los fogones de As Mariñas: tortilla de Betanzos, carne asada, callos, tarta larpeira, de la buena mano de Lolo en Betanzos y de Carlos en Coirós, probamos los logrados Vinos Legítimos, de la lista Parker, y el pan de tantos sitios. Al final, rendido a la evidencia, me dijo: tenéis una ciudad excepcional. Con un impulso más podéis ser… (no repito el calificativo) .
Lo más curioso es que mi amigo era de Vigo. Por eso celebraba las luces de navidad (no sé si el gasto y la contaminación lumínica), pero añoraba aquellos grandes empresarios de antes; elogiaba tantas aceras nuevas o calles humanizadas, pero añoraba una ciudad abierta al mar que se fue cerrando; celebraba también la idea de peatonalizar el centro para crear es gran plaza que Vigo no tiene, pero miraba con envidia a María Pita; eso sí, presumía de playas en Samil y O Bao o playa América. Y lo hacía con razón, pero el agua era muy fría y no acababa de acostumbrarse. Poco más se le ocurría, a no ser la fortaleza de Citroën y de la pesca congelada. Al final, siempre quedaban las Islas Cies para sorprender, que no es poco. Decía que estábamos en otro nivel, y yo también lo creo. No hablamos del Depor naturalmente, pero hablaremos… En un caso como este, yo creo que, aprovechan do la ocasión, es lícito, de vez en cuando hacer una proclama de coruñesismo, porque con tantos desaires y errores a veces no nos damos cuenta de lo que tenemos. Y oímos tonterías, incluso a muchos coruñeses que cuando les preguntan en la televisión solo dicen lo que esta mal.
Tenemos mucho pero nos gustaría ser mejores, y podíamos haberlo sido si no se hubieran hecho tantas mamarrachadas. Me vino a la cabeza el viejo tranvía desaparecido, el Centro de Ocio, La Solana, la Lonja… Y se me fue la mente a Bilbao, a Málaga, a San Sebastián, a Pamplona a Vitoria, y un poco a Valencia, pero sin Gurtel. Pero pronto volví de mis ensoñaciones. Efectivamente nos falta mucho, pero hemos avanzado tanto que la ciudad poderosa, cosmopolita, innovadora y culta de ahora no la habíamos disfrutado antes. Y con esa dosis de coruñesismo me fui a dar un paseo por el castillo de Santa Cruz mirando a la ciudad de lejos, desde donde no se ven los defectos. Y allí me quede ensimismado de como el sol se ocultaba detrás de la Torre de Hércules.