Sobre la necesidad de recuperar la hegemonía y transcendencia de la ópera en y para la ciudad.
Ayer fui al cine para ver la película sobre la vida de María Callas. Ya había asistido a un montaje teatral sobre su vida en Moscú, presentado como un compendio de arias representadas con el concurso de cantantes, cuerpos de danza y decorados específicos para cada una. En el fondo, en lo alto, una gran pantalla recogía imágenes de la vida de la Callas y algunas actuaciones en directo muy breves. La representación teatral fue magnifica y me hizo ver una vez más las posibilidades de innovación que la representación operística tiene, y que la ópera es un género teatral mientras que una audición musical o en concierto es otra cosa. La ópera es un género teatral, como tanto le gusta repetir a mi amigo Xoan Carreira, un historiador de la música de rango nacional e internacional que la ciudad no ha sabido valorar. Y viene esto a cuento porque, en los últimos años, la falta de presupuesto obligó a la Asociación de Amigos de la Opera a sustituir las representaciones operísticas por un programa lirico, muy meritorio, muy valioso desde el punto de vista musical, pero muy poco representativo a nivel operístico y poco estimulante para atraer público nuevo que es lo que hace falta. Es una pena que una ciudad pionera en las representaciones teatrales en España, y que el año pasado cumplió el 150 aniversario de ópera, con la inauguración del teatro de Settaro, y la primera representación operística, se haya quedado al margen de los grandes centros de opera en España, cuyo número creció a medida que La Coruña venía a menos.
Hay que intentar recuperar el camino perdido, y parece el actual, .muy especializado y minoritario, no es el mejor para fomentar la afición. Efectivamente, lo que atrae al público es la representación teatral de las óperas, y no solo la puesta en escena de la versión concierto y otras actividades complementarias que reducen su alcance a un ámbito musical minoritario. No es así como la afición a la opera podrá ganar aficionados, no es así como la ciudad logrará mantener su probada afición, no es así como La Coruña se posiciona musicalmente. En realidad el presupuesto necesario no es tan elevado, en comparación con otras actividades culturales, máxime cuando La Coruña es una ciudad muy valorada y querida por muchos cantantes que acuden aquí para ayudar al mantenimiento de su tradición operística, incluso con condiciones económicas mucho menos favorables de las que en otras plazas de mayor nivel se les ofrece. Ahí la labor de Aurora Lamas y César Wonemburger ha sido encomiable. Pero hay más: tenemos una gran orquesta sinfónica y otras formaciones de este tipo, tenemos coros y escuelas de danza suficientes, tenemos escenógrafos acreditados, tenemos empresas de imagen digital multinacionales, tenemos programadores musicales excelentes, tenemos todo, pero nos falta lo que debía ser más fácil: la financiación. Si tenemos todos los elementos pero no tenemos financiación es, posiblemente, porque nos falta proyecto, o porque el proyecto que hay no es lo suficientemente estimulante visto desde fuera.
La causa se suele achacar a la falta de apoyo político, y que, por eso, la ópera languidece en La Coruña. Ambas cosas son ciertas, pero otros lo consiguen. Hemos pasado de tener dos temporadas de ópera a una que casi no tiene representaciones. La primera, asociada al Festival Mozart, tan denostado entre la afición y los expertos musicales locales, pero que nos traía representaciones extraordinarias que atraían –como ahora se dice-un turismo musical procedente de toda España y que nos permitió disfrutar de representaciones inolvidables del máximo nivel. El papel de Caixa Galicia fue fundamental y su desaparición explica su decadencia, pero también el alcalde, Francisco Vázquez, jugó un papel esencial. Fue una combinación perfecta de lo público y lo privado y que sigue marcando el camino a seguir. La segunda temporada era más modesta, pero no por eso de menor calidad. Era la temporada que puntualmente viene organizando al Asociación de Amigos de la Opera. Por eso teníamos un Palacio de la Opera, porque en La Coruña la opera tenía un papel relevante en la programación musical y en la iconografía social de la ciudad, que tampoco es de despreciar. La labor de Pedro Vasco es de justicia destacarla, y todavía hoy podría aportar nuevas ideas y estrategias. Ahora nos queda una gran orquesta, reconocida internacionalmente, pero encorsetada en el recinto del palacio, porque el presupuesto apenas le llega a su gerente, Andrés Lacasa, para cubrir sus gastos, y lo que podría ser una actividad musical de amplia proyección para la ciudad, no es más que una actividad de la programación oficial.
En contraste, La Coruña es ahora una ciudad donde la programación musical está cada vez más centrada en otros formatos de música, y están consiguiendo que se posicione entre los principales escenarios musicales de España, lo cual antes no ocurría. Y eso, la música clásica y la ópera todavía no lo han conseguido, o lo han perdido. Indudablemente estamos ante un cambio de modelo, pero la ciudad tiene potencial sobrado para mantener con excelencia y proyección exterior ambas actividades.
Para lograrlo lo primero que se menciona es la subvención pública. En efecto, podría ser suficiente. Bastaría con que la Xunta destinase una pequeña parte de esos cuantiosos fondos que dedica a promocionar la ciudad de la Cultura, con actividades y exposiciones dé poca frecuentación en su mayoría, para mantener nuestra programación operística a lo largo de año. Es más, no nos olvidemos que la Fundación de la Ciudad de la Cultura está patrocinada también por importantes empresas, entre las cuales la mayoría son coruñesas o vinculadas a La Coruña: Inditex, Inveravante, Gadisa, Abanca, Gas Natural-Fenosa, y otras que no recuerdo. Por eso, si a la subvención pública, se sumaran algunas de las fortunas coruñesas ya habríamos resuelto el problema. Y seguramente podríamos volver a ser el referente que fuimos. Pero para ello, sería necesario que los empresarios más importantes se interesara por recuperar para la ciudad un parte importante de su tradición, de su historia, de su identidad: la música y en particular la música clásica, la ópera y el ballet, que también tuvimos, y con gran reputación internacional por cierto ¿recuerdan el Ballet Gallego? Pero ¿cuántos de esos empresarios acuden a la temporada de ópera? Antes iba Rosalía Mera, ahora no veo a casi nadie. Y no es un fallo menor el no haber conseguido interesar a quienes podían ejercer de mecenas, pero incluso desde el punto de vista social, la opera en la Coruña, contrariamente a lo que en otras ciudades ocurre, no es más que una actividad de pequeños burgueses y de meritorios aficionados que apenas soportan con sus entradas el coste de las representaciones, donde numerosos invitados contribuyen a ocupar el recinto. También aquí hay un amplio margen de reflexión. No podemos pensar en una actividad cara con entradas low-cost. Al contrario, debería aprovecharse el tirón que la opera tiene como evento social de prestigio para incrementar los ingresos ¿por qué no?
Me viene ahora a la memoria un hecho: hace ya unos años, preparé desde la Asociación Metropolitana 3.0, que puse en marcha para promocionar las fortalezas de la ciudad y la ciudad misma, y para debatir sobre las carencias aportando nuevas ideas e iniciativas. El objetivo era La candidatura de La Coruña a ser Ciudad Creativa de la UNESCO, lo cual, si la primera vez no sé logró, ahora con la experiencia adquirida, estamos en situación de conseguirlo, como me comunicaron en una reciente convocatoria. Dentro de las actividades creativas, había que seleccionar una de las posibles, y que debía contar con una actividad u organización de rango internacional, con un amplio soporte social y vinculado a la identidad de la ciudad. No dudé que la música, toda la música, debería de ser la base de la propuesta, y así creé el nombre de Coruña Ciudad de la Música, que ha tenido más éxito que el proyecto, al menos hasta ahora. Fue un momento de ilusión, porque desde aquí lo apoyaron un importantes número de personas, de grupos, asociaciones, escuelas, centros de formación musical, orquestas, etc. y desde fuera asociaciones nacionales e internacionales, generando un entorno de ilusión significativo alrededor de un proyecto musical aglutinador. Lástima que no saliera, pero la idea sigue siendo buena y la oportunidad no está perdida y tal vez algún otro día lo logremos. Pues bien, como parte de esa identidad musical coruñesa, la tradición operística es una de las más interesantes. Por eso, la ópera para La Coruña es algo más que esa afición elitista que algunos le atribuyen, y es, también, mucho más que un grupito de aficionados socialmente diferenciados, como algunos dicen. La ópera para La Coruña es parte sustantiva de su identidad como ciudad.
Recuerdo también, como en aquellas reuniones preparatorias, descubrí el enorme número de personas, colectivos, grupos, instituciones etc. que estaban implicadas en la música moderna, por llamarla de alguna manera, y que se quejaban que antes de presentarse como Ciudad de la Música había que atender a los músicos y organizaciones existentes. Y tenían razón. Se quejaban de que todo el presupuesto se destinaba a la música clásica. Y también tenían razón. Ahora ocurre lo contrario, la programación musical más popular tiene mayor desarrollo, y más mercado, mientras la clásica esta entumecida, incluyendo nuestra gran Orquesta Sinfónica, recluida en sus cuarteles de invierno. No cabe duda que lo más popular es lo mayoritario y por eso las salas de conciertos, las empresas patrocinadoras, y el ayuntamiento aportan cantidades considerables a su promoción, con nuestro Noroestefest a la cabeza.
La realidad es que siempre ha sido así, pero eso no impide que los formatos musicales clásicos puedan también aumentar su audiencia, como está demostrando el éxito de la operas en formato cinematográfico, con una afición creciente en todas las ciudades. Incluso las asociaciones de amigos de la opera de otras ciudades gallegas, como Vigo y Santiago, han vuelto a resurgir y ya alguna tiene un temporada propia. No deja de ser curioso, pero también significativo. La Coruña no puede perder su papel de ciudad de la música y de la ópera en Galicia, máxime ahora que la Xunta ya renunció a construir el gran palacio de la opera de Galicia en la colina del Gaiás. Y esa tarea debería contar con el apoyo de las instituciones y empresarios. Alguna solución habría que ponerle. Y no es tan difícil porque como siempre ocurre, es cuestión de personas con capacidad de liderazgo y con influencia suficiente para atraer el interés de quienes puedan hacer posible el retorno al pasado. Lo peor sería que, ante la dificultad, cayésemos en una especie de autocomplacencia pensando que lo que tenemos ya está muy bien, porque eso sí que sería el principio del final. Hace falta implicar a más gente con impulso, con dedicación, con ambición y con tiempo y experiencia. Estoy seguro que en la ciudad hay muchas personas de este tipo, pero hay que salir a buscarlas, porque probablemente la mayoría no suelen ir al palacio de la ópera, lo cual, como antes dije, no deja de ser sintomático.
De lo contrario, tal vez tendremos que ir pensando en cambiar de nombre al recinto, porque no tiene sentido llamarlo de eso modo cuando las representaciones operísticas no ocupan más que uno o dos días del año musical. Pero no nos desanimemos. Otras ciudades han podido y La Coruña tiene poder para lograrlo. Un ejemplo, al abrir en google y mirar las representaciones de ópera en España, aparece, como siempre, Barcelona Madrid, Bilbao, Valencia y Sevilla en primer plano, después Oviedo, Málaga y Las Palmas, pero ya se sumaron escenarios nuevos como Pamplona, una ciudad más pequeña que La Coruña, con menos capacidad financiera y con una afición operística nueva. Y esta es la cuestión clave. ¿Si otras ciudades con menor potencial económico y cultural, y con menos tradición operística que La Coruña pueden ¿Por qué La Coruña no puede? Algo pasa, algo no va bien. Seguramente hay que diseñar un proyecto renovado, con nuevas iniciativas, con mayor proyección, con un sistema de autofinanciación más fuerte, y con todo lo que hace que un proyecto pueda revivir, pueda crecer, pueda aportar a la ciudad un prestigio que comparativamente estamos perdiendo. ¿Por qué no crear una escuela de canto? ¿Por qué no crea una compañía estable de ópera para dar opciones a los jóvenes cantantes gallegos, difundir el género por toda Galicia y por otras ciudades cercanas? La orquesta joven de la OSG lo logró. ¿Por qué no asociar las representaciones operísticas a otros eventos urbanos? No sé. Son ideas que se me ocurren, y que seguramente están más cerca de la utopía que de la realidad, pero algo habrá que hacer, y no olvidemos que cuando algo falla, la utopía es necesaria porque solo desde ella saldrán las ideas que son necesarias. Antes de continuar por este sendero decadente es preciso detenerse en el camino andado y reflexionar ¿qué es lo que falló? ¿Qué podemos hacer para recupera el camino anterior? . Hay que salir de la mentalidad de la subvención y adoptar estrategias más proactivas y con mayor contenido emocional. Otros formatos musicales lo están consiguiendo. Repito: algo está pasando, algo no va bien, algo puede ir mejor.