Reflexiones del teórico del «fin de la historia»,Francis Fukuyama,25 años después.
“Hace quince años argumentaba en mi libro El fin de la historia y el último hombre que si una sociedad quería ser moderna no había más alternativa que la economía de mercado y un sistema político democrático. Por supuesto, no todos querían ser modernos y no todos podían establecer las instituciones y las políticas necesarias para que la democracia y el capitalismo funcionaran, pero ningún otro sistema podía arrojar mejores resultados.” (Francis Fukuyama, La Vanguardia)
Cuando en el verano de 1989 Francis Fukuyama publicó: “El fin de la historia y el último hombre”, pretendía simplemente constatar un hecho bastante irrefutable: coincidiendo con el desplome de la Unión Soviética, las ideologías no democráticas y antiliberales habían muerto definitivamente o al menos caminaban firmemente hacia su extinción, de modo que a la humanidad no le quedaba más que contemplar su evolución hacia un futuro convergente en lo económico y en lo político, donde sólo tendrían cabida en el mundo estados democráticos interrelacionados por la economía de mercado.
No obstante, el error de Francis Fukuyama vino después, cuando pareció abrazar esa forma peligrosa de unilateralismo que se dio en llamar Neocon. Se ha llegado a decir que sus tesis en pro de la búsqueda de una homogeneización liberal del mundo, formaron parte del bagaje intelectual, por llamarlo de alguna manera, que impulso a George Bush y sus aliados a tomar la decisión de iniciar la II Guerra del Golfo. Un error del que ya parece estar de vuelta como expresa en el mismo título de su último libro After the Neocons: America at the Crossroads.
Hoy leo en la Vanguardia algunas de las sabrosas razones que argumenta, constatando que, desde luego, el viejo Francis sigue en plena forma: “El fin de la historia nunca estuvo vinculado a un modelo específicamente estadounidense de organización política o social. Siguiendo a Alexandre Kojève, el filósofo rusofrancés que inspiró mi argumento original, creo que la Unión Europea refleja con mayor precisión que EE. UU. lo que el mundo será al final de la historia. El intento de la UE por trascender la soberanía y la política del poder tradicional al establecer un Estado de derecho transnacional es mucho más acorde con el mundo posthistórico que las creencias sostenidas de los estadounidenses en Dios, en la soberanía nacional y en su ejército. Reflexiones que, seguramente, no haría mal en leer Artur Mas.
Fukuyama concluye reconociendo el error principal de la administración Bush: “Pero un cambio coercitivo de régimen nunca ha sido la clave para una transición democrática. “ Se dirá que opina a toro pasado, aún así y pese a toda la polémica que acarrea su obra desde hace quince años, nadie podrá negar que la politología de Francis Fukuyama continúa siendo un referente para el debate y la reflexión en este convulso inicio de siglo.