Interesante comparativa de la regeneración y transformación urbana que sufrió Bilbao, y cuyo modelo de ciudad podría implantarse y adaptarse a La Coruña.
Atardecía levemente y las luces del Guggenheim remarcaban su atrevida contemporaneidad. Al otro lado la fachada iluminada del teatro Arriaga, émulo pequeño de la opera de París, representaba la burguesía opulenta de la ciudad industrial. Entre ambas, dos modelos de ciudad: una, la del espectacular desarrollo económico de los siglos XIX y XX, de la mano de una poderosa y ambiciosa burguesía; la otra, una ciudad renovada que devolvió la autoestima a los bilbaínos y en el siglo XXI atrae miles de turistas de todos el mundo, a quienes los vizcaínos todavía miran sorprendidos. A mi amigo, que colaboró y estudió esa trasformación, le satisfacía el prestigio exterior alcanzado. No en vano, ese mismo día competía con Viena por el título urbanístico a la mejor ciudad europea. Pero, al mismo tiempo, empezaba añorar las barcazas y las grúas, los astilleros, los hornos altos, las grandes naves siderúrgicas, metalurgias y químicas, etc., que empleaban decenas de miles de trabajadores, acumulaban talento, y sostenían el más importante capitalismo financiero español. Decía así: “aunque la ría estuviera un poco menos limpia al menos había dinero, trabajo y bienestar. Ahora, la incertidumbre futura es una amenaza”.
Las empresas, incluso las tecnológicas, se están deslocalizando, y, como antes las financieras, solo dejan aquí su sede social y fiscal, por acuerdo con el gobierno vasco. Algunos datos. El cierre de la Naval, los emblemáticos astilleros de Sestao que era el mayor de los cinco que había en la ciudad y de los que no queda ya ninguno. La tecnológica por excelencia, Gamesa, la compró la Siemens e Iberdrola, la gran empresa vasca de hoy, mantiene la sede social y una división administrativa pero el grueso ya está en Madrid. Cierto que ellos compraron nuestra empresa de comunicaciones R, vendida de manera incomprensible. Les quedan dos ingenierías internacionales, y como mi amigo decía: “Las nuevas inversiones no pueden crear el empleo que el mercado laboral futuro precisa. El crecimiento de los hoteles de lujo, la cualificación de la hostelería y de otros negocios orientados a un nuevo terciario de consumo no es el sustituto adecuado”. El rascacielos de Cesar Peli semiapagado en la noche, salvo la franja de oficinas de Iberdrola, algunas de la Diputación, y unas pocas atraídas por una política de incentivos, era la mejor muestra de sus palabras.
A mí me pareció una síntesis de lo que está pasando en España, de la debilidad del modelo económico basado en el turismo y las obras públicas, para mantener el bienestar social, y de si el proceso tecnológico va a ser capaz de generar los empleos compensatorios para una sociedad menos desigual, con mayor atención social, y con un horizonte más seguro. Hoy, con el consumo compulsivo y el “viajerismo” masificado estamos todos contentos, pero el futuro no está claro.
Frente a esas dudas, había algo que se reafirmaba con fuerza: Bilbao es, sin duda, la ciudad mejor pensada, mejor proyectada y mejor ejecutada de las ciudades españolas, y precisamente por eso su proyecto -que sigue avanzando aguas abajo- está por encima de los vaivenes políticos. Es ya el tercer alcalde que continúa un magnifico proyecto de ciudad. También es una buena lección y un motivo de reflexión. Comparemos con lo que pasó en la Coruña. Con Paco Vázquez, Busquets fue encargado de redactar las bases de un gran proyecto de ciudad. Con Losada se terminó y se plasmó en un magnifico plan general. Llegó Negreira y convirtió el plan en un documento administrado, vaciado de su contenidos más emblemáticos, y en su lugar se gastó un millón de euros en el proyecto de Vegara llamado eufemísticamente Coruña Futura, porque en realidad no era más que una nueva versión adaptada de un esquema obsoleto que ya se había intentado aplicar en otras ciudades. Así perdimos un proyecto de ciudad para quedarnos sin nada. Este gobierno le llama proyecto de ciudad a su modelo participativo y social. De momento las grandes oportunidades siguen abiertas: el nuevo frente portuario, la intermodal aunque vaciada de su ambición inicial, los corredores verdes, el área metropolitana como ciudad metropolitana integrada, la recuperación del litoral, el entorno del puerto exterior, etc. y contamos con al enorme fortaleza de Inditex que está posicionando a la ciudad en los primeros puestos económicos y en la vanguardia del cambio urbano. Ella sola aporta tanta riqueza (entendida como valor de la producción anual) como el resto de las empresas de la comarca juntas, pero cualquiera de los dos sumandos supera lo que aporta la comarca de Vigo, y la cifra correspondiente a todas las otras cinco ciudades juntas. Esa es nuestra fortaleza, pero lo que podría ser el momento adecuado para pensar un gran proyecto de ciudad creativa, competitiva e internacional, se queda en una gestión ordinaria de los temas diarios que toda ciudad demanda. En La Coruña hace mucho tiempo que falta ambición de ciudad. Eso que llevó a Bilbao a convertirse en el ejemplo admirado y envidiado por todos.
Dado que ya somos una ciudad de ciudades, por la envergadura adquirida por los concellos de la corona metropolitana, será de ahí de donde surja algún día el impulso que La Coruña necesita, porque el municipio se nos ha quedado pequeño, y porque en la ciudad falta impulso creativo y sobra pasividad y conformismo. En eso no somos como Bilbao, donde cada uno de los municipios con el de la capital vizcaína a la cabeza, entendieron lo que era embarcarse en un gran proyecto de ciudad del siglo XXI. Y paso a paso la están convirtiendo en realidad, desde Getxo a Basauri, desde Baracaldo a Leioa, y desde Zamudio a Ziervana, con Bilbao como emblema internacional. Hace más de cuarenta años que empezaron a pensar, hace más de veinte que empezaron a construir, y aunque han pasado diferente políticos por los gobiernos municipales, el proyecto del Bilbao Metrópoli 30 (son los municipios del área metropolitana) sigue vivo y sigue entusiasmando a todos. Así es como se hacen las ciudades. Ojalá que tras las próximas municipales surja un nuevo impulso político capaz de construir al unísono el proyecto de ciudad que La Coruña necesita. Para ello hace falta un cambio de timón.