Una reflexión sobre los condicionantes y las necesidades del transporte ferroviario de cercanías en Galicia.
Recientemente el Secretario General de Ferrocarriles de Fomento ha disparado un fogonazo esperanzador, afirmando que está próxima la presentación del estudio/plan de servicios de proximidad para nuestra Comunidad.
Puesto que las distancias ferroviarias de Coruña a Santiago, Ferrol, Lugo y Ourense, o de Vigo a Santiago y Ourense superan los 60 kilómetros, debe estar refiriéndose a proporcionar servicios a otras poblaciones de menor porte con las mencionadas anteriormente, o entre sí. Es decir, a flujos existentes que suman los trabajadores, estudiantes y otros viajeros en general, en sus desplazamientos desde las poblaciones periféricas hacia las urbes donde hay trabajo, centros académicos y otros servicios de los que carecen las poblaciones menores.
Esos flujos, con ser importantes, lo son sólo relativamente. Ciudades como Coruña, Vigo o Santiago se hallan a una escala 10 o 20 veces inferior respecto de lo población de Madrid, por citar un ejemplo, y otro tanto puede decirse de sus entornos comarcales o metropolitanos.
Por tanto, para establecer servicios de proximidad en los entornos de las ciudades de Galicia no serán aplicables los baremos, en cuanto a trenes, que la empresa Renfe utiliza en Madrid: convoyes de 300, 600 y 800 plazas que, aunque sólo circulan mediados o menos en las horas valle o los fines de semana, se completan entre viajeros sentados y de pie, a las horas punta matinales y vespertinas en los días laborables.
Por tanto, para las ciudades de Galicia, los convoyes deberían disponer de vehículos de entre 60 y 120 plazas para realizar servicios similares. Vehículos de los que la empresa carece y los pocos sucedáneos remanentes, que no fueron adquiridos para esta finalidad, y por su antigüedad, tienen escasa fiabilidad y prestaciones.
El problema surge, o surgirá, cuando Fomento manifieste, una vez más, que ninguno o muy pocos itinerarios de la Comunidad exigen servicios de proximidad o cercanías, porque su demanda es muy reducida (para “su escala”) y “no llenaría”, ni siquiera por la mitad, la capacidad de los trenes de Renfe. Lo cual también encarecería el servicio.
En Francia o Alemania, países más poblados y con mayor densidad que el nuestro, disponen, además de una flota de trenes de amplia capacidad, de varios centenares de trenes de un solo coche, con capacidad de 60 a 80 plazas, de adquisición relativamente reciente, que se pueden ver en las estaciones prestando servicios de proximidad y realizando conexiones para otros trenes de larga distancia.
Así que con la política, y la amenaza, de no querer matar moscas a cañonazos, todas o la mayoría de las relaciones ferroviarias que permitirían aliviar el uso masivo de automóviles de los ciudadanos de los entornos urbanos, se quedarán como estaban y no se beneficiarán de la utilidad, descanso y respeto al medio ambiente que sí se les ofrece a los ciudadanos de otras ciudades del Estado que pagan iguales impuestos que los de aquí. ¿Protestará la Xunta de Galicia?, ya comprobarán ustedes que no.